Democratización de las organizaciones

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La participación de los individuos en las organizaciones constituye un objetivo largamente perseguido desde los inicios de la Revolución Industrial.

Las acciones para democratizar las organizaciones no han cesado desde entonces, y en la actualidad —en sus diversas formas, intensidades y ámbitos— es considerado como un fenómeno social positivo y aceptado por los diversos actores.

La idea que subyace a la necesidad de que los individuos participen en las decisiones que se toman en las organizaciones de las que forman parte, obedece a un razonamiento, en principio, lógico y comprensible: si la democracia, como sistema político de gobierno, está extendida en las sociedades modernas como forma social seleccionada -política y culturalmente- para elegir a los representantes de los ciudadanos que deben decidir sobre los destinos de esa sociedad y de ellos mismos, ese mismo sistema de toma de decisiones conjunta del que se han dotado esas sociedades para autogobernarse, puede traspasar la frontera de las organizaciones y trasladarse también a su funcionamiento interno. Sobre todo cuando las organizaciones son parte integrante de esa misma sociedad.

Nueva organización social

En las teorías más avanzadas sobre la organización social se postula que el desarrollo de las organizaciones pasa por el desarrollo de las personas que se desempeñan en la misma.

Se parte de la idea de que todos los individuos que integran la organización poseen no sólo habilidades técnicas y físicas, sino también una serie de capacidades personales, fruto de su educación y habilidades sociales —como las relativas a la creatividad, a la responsabilidad, autonomía, autocontrol, etc.— que habrán de condicionar la creación del ambiente adecuado para que las potencialidades y capacidades de todos los recursos se pongan en juego y que el trabajo resulte satisfactorio para todos sus miembros.

Desde esta nueva perspectiva, el aumento de la satisfacción de los individuos estará determinado por las contribuciones que éstos realizarán en la toma de decisiones para el progreso de la organización.

El modelo participativo

El denominado “modelo participativo” utiliza a la participación como el elemento organizacional básico, no sólo por ser un instrumento para que los individuos y grupos propongan cambios y mejoras, sino para que sean ellos mismos los que tomen las decisiones más adecuadas.

El objetivo de este modelo es lograr las condiciones necesarias para motivar la implicación del individuo en la organización. Se centra en la búsqueda de la satisfacción y el enriquecimiento pleno, profundizando en las prácticas democráticas en todas las fases del proceso de toma de decisiones, considerando el resultado obtenido como un resultado colectivo y no individual.

Los condicionantes de la participación

El auge de los ideales democráticos como metas universalizadas en las actuales sociedades occidentales, está operando como un patrón que regula la legitimidad de las actuaciones de cualquier organización y, en general, de cualquier acción en la vida pública social de los integrantes de esas sociedades. Así se origina una progresiva conciencia sobre la “indivisibilidad” de la democracia, que presiona cada vez más fuerte para que se extiendan los hábitos y las prácticas propias de la esfera político-social al resto de ámbitos del sistema social, incluido el de las organizaciones.

En realidad, la importancia de la participación no reside tanto en los resultados materiales que se alcanzan, ni en el tipo de instituciones o estructuras que se emplean para lograr su implantación y desarrollo, sino en los efectos más intangibles, directos e indirectos, que la participación provoca, sobre todo a largo plazo, en el cambio de comportamientos y actitudes de las partes involucradas, como consecuencia del conocimiento de los objetivos e intenciones que tiene la otra parte y que proporciona, justamente, la negociación continuada para consensuar acuerdos durables y aceptables por ambas actores.

Por otro lado, la participación en las organizaciones, para que sea realmente efectiva, requiere de la integración activa de todos los individuos. Sin estos requisitos, no hay verdadera participación; se producen, en todo caso, manifestaciones cercanas, pero nunca formas de participación rigurosamente aceptables.