Largo plazo
Largo plazo y equidad intergeneracional
Uno de los desafíos más grandes que enfrenta hoy la humanidad es cómo proteger los derechos de los que carecen de voz. Las generaciones futuras no pueden dar a conocer sus opiniones o proteger sus intereses en el proceso de la toma de decisiones. Por ello, si el desarrollo va a ser sostenible –y porque sino es sostenible no podemos hablar de desarrollo– debe tener en cuenta los intereses de estas personas. En tal sentido, es necesaria una visión de largo plazo, que teniendo en cuenta las nociones de equidad, incorpore a las generaciones futuras para que tengan las mismas oportunidades que las generaciones presentes.
Lo acronológico
Algunos expertos han sugerido que mientras cada generación se preocupe de la siguiente (aproximadamente 50 años), ésta última estará protegida. Sin embargo, hoy vemos que esto no está sucediendo, ya que tanto las políticas públicas como las acciones empresariales e individuales suelen tener en cuenta solamente el corto o mediano plazo. Aunque no se espera que generación alguna garantice resultados que no puede identificar; de igual manera no se debería permitir que ninguna ignore aquellos que sí puede observar.
En un mundo sumamente interdependiente, las interacciones complejas están llevando a una sorprendente alta proporción de innovación y cambio. En tiempos de transformaciones rápidas, el principio de precaución puede proporcionar cierta guía. Establece que cuando una actividad representa peligros de daño al medio ambiente o a la salud humana, se deben tomar medidas preventivas, aún si no se han establecido relaciones de causa-efecto de manera científica en forma completa.
Pensar y actuar globalmente
Desde hace aproximadamente dos siglos sabemos que la Tierra constituye un sistema cerrado con recursos limitados. Sólo hay una Tierra. Todas nuestras actividades no son más que una pequeña parte de un sistema más grande. La visión de nuestros sistemas humanos, operantes en un ecosistema mayor, es crucial para lograr una relación sostenible con el medio ambiente, y para garantizar a nuestra especie la supervivencia continuada en el planeta.
Cada recurso natural utilizado por los seres humanos –alimento, agua, madera, hierro, fósforo, combustible y cientos otros– está limitado tanto por sus fuentes como por las formas de desecharlos. Los recursos no deberían removerse más rápido de lo que pueden renovarse, ni tampoco habría que deshacerse de ellos más rápido de lo que pueden ser absorbidos por la capacidad de carga de los ecosistemas.
Asimismo, existen otros recursos no naturales que también deben ser cuidados: el tiempo de que disponemos, nuestra capacidad de trabajar, los conocimientos con los que contamos, entre otros. En cualquier caso, somos parte de un sistema que está interconectado, sistémico, por lo cual una ocurrencia muy pequeña puede producir resultados impredecibles, y algunas veces drásticos, al desencadenar una serie de eventos cada vez más importantes. Por ejemplo, la violencia étnica de África Central ha provocado migraciones de refugiados que han abrumado los sistemas de soporte de las regiones vecinas, causando aún más crisis y migraciones. Con ello hemos aprendido que las consecuencias de las decisiones tomadas en una parte del mundo, nos afectan a todos muy rápidamente.
A medida que trabajamos en pos del desarrollo sostenible, debemos esforzarnos por no perder de vista que la parte forma parte del todo y del largo plazo. A menudo, es fácil verse envuelto en los esfuerzos propios y perder de vista la extensa comunidad humana del mundo que trabaja por los mismos objetivos. El desarrollo sostenible nos desafía para que pensemos y actuemos tanto global como localmente, con una visión de largo plazo.