Empoderamiento

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Empoderamiento

Es el proceso mediante el cual las personas y organizaciones fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven.
La filosofía del empoderamiento tiene su origen en el enfoque de la educación popular desarrollada a partir del trabajo realizado en los años 60 por Paulo Freire, estando ambas muy ligadas a los denominados enfoques participativos, presentes en el campo del desarrollo desde los años 70.

Desde entonces, el término “empoderamiento” ha ampliado su campo de aplicación y ha pasado a aplicarse al conjunto de sectores, habiendo adquirido una amplia utilización en los estudios sobre el desarrollo, el trabajo comunitario y social, y en la cooperación para el desarrollo.

Para estos usuarios del término, el empoderamiento significa un incremento de la capacidad individual para ser más autónomo y autosuficiente, depender menos de la provisión estatal de servicios o empleo, así como tener más espíritu emprendedor para crear microempresas y ascender en la escala social. También implica mejorar el acceso tanto a los mercados como a las estructuras políticas, con el fin de poder participar en el proceso de toma de decisiones tanto a nivel político como económico y social.

El empoderamiento es asimismo una estrategia que propicia que los grupos socialmente marginados incrementen su poder, esto es, que accedan al uso y control de los recursos materiales y simbólicos, ganen influencia y participen en el cambio social. Por lo que incluye también un proceso por el que las personas tomen conciencia de sus propios derechos, capacidades e intereses, y de cómo éstos se relacionan con los intereses de otras personas, con el fin de participar desde una posición más sólida en el proceso de toma de decisiones y estar en condiciones de influir en ellas.

En este sentido, Friedman (1992) señala que el empoderamiento está relacionado con el acceso y control de tres tipos de poderes:
a) el social, entendido como el acceso a la base de riqueza productiva;
b) el político, o acceso de los individuos al proceso de toma de decisiones, sobre todo aquellas que afectan a su propio futuro; y
c) el psicológico, entendido en el sentido de potencialidad y capacidad individual.
De forma similar, Rowlands (1997) señala tres dimensiones:
a) la personal, como desarrollo del sentido del yo, de la confianza y la capacidad individual;
b) la de las relaciones próximas, como capacidad de negociar e influir en la naturaleza de las relaciones y las decisiones, y
c) la colectiva, como participación en las estructuras políticas y acción colectiva basada en la cooperación.

Dos dimensiones

Como se puede apreciar, el empoderamiento tiene fundamentalmente una dimensión individual y otra colectiva. La individual implica un proceso por el que los excluidos eleven sus niveles de confianza, autoestima y capacidad para responder a sus propias necesidades. Muchas veces, los grupos marginados tienen interiorizados mensajes culturales o ideológicos de subordinación, en el sentido de que carecen de voz o de derechos legítimos, lo que redunda en su baja autoestima y estatus. Trabajar por su empoderamiento implica en primer lugar ayudarlos a recuperar su autoestima y la creencia de que están legitimados a actuar en las decisiones que les conciernen.

La dimensión colectiva del empoderamiento se basa en el hecho de que las personas vulnerables tienen más capacidad de participar y defender sus derechos cuando se unen en torno a objetivos comunes, por ejemplo: las mujeres que se agrupan para exigir títulos de propiedad de las tierras donde viven, los vecinos que reclaman canalizaciones de agua en su barrio o los productores que se unen para vender sus productos a un mejor precio.
Es interesante señalar que, con frecuencia, el agrupamiento en torno a un proyecto concreto y limitado (pozos de agua, microcréditos) puede dar pie a un proceso de empoderamiento, consistente en la toma de conciencia sobre la situación de injusticia u opresión en la que se vive (desigual oportunidad de acceso social al agua, prácticas abusivas, etc.) y la consiguiente búsqueda del cambio

Empoderamiento y desarrollo

El empoderamiento guarda una estrecha relación con el enfoque del desarrollo humano, entendido como un incremento de las capacidades de las personas (Naresh y Vangik, 1995), y con varias dimensiones emparentadas con éste: la participación comunitaria, la toma colectiva de decisiones, el buen gobierno, etc. En este sentido, como dicen Keller y Mbwewe en Moser, 1991, el desarrollo sería un proceso de empoderamiento, es decir, “el proceso mediante el cual las personas llegan a ser capaces de organizarse para aumentar su propia autonomía, para hacer valer su derecho independiente a tomar decisiones y a controlar los recursos que les ayudarán a cuestionar y a eliminar su propia subordinación”.

En otras palabras, el empoderamiento consiste en un proceso de reducción de la vulnerabilidad y de incremento de las propias capacidades de los sectores pobres y marginados, que conduce a promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible.
La propia filosofía del empoderamiento obliga a las agencias de ayuda y a las organizaciones sociales no sólo a oír a las personas con las que trabajan, asumiendo sus percepciones y objetivos, sino a cederles el protagonismo, limitándose tales organizaciones a ser meras facilitadoras. Porque el empoderamiento no es un bien que se pueda otorgar, sino un proceso dinámico del que la propia gente es protagonista mediante sus propios esfuerzos individuales y colectivos.