Reflexiones acerca del diálogo y las conversaciones de calidad

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Conversar viene de “versarí” que significa movimiento en el intercambio de ideas con los otros.

Más allá de etimologías, conversar nos remite a una noción de conjunto, a un ir y venir de ideas. Invierte la formula de la antisociable sociabilidad humana; lo sociable va en primer lugar. Y en esta Argentina nuestra, donde lo antisocial triunfa sobre la sociabilidad porque cada grupo busca la destrucción de los otros, debemos parar y conversar, única forma de que esos grupos vuelvan a ser tales y no jaurías.

La conversación se disfruta si realmente tenemos la posibilidad de practicar escucha activa. La conversación transforma a los que la practican.

La conversación es el acto básico que nos constituye como seres sociales. Es el momento que pone en contacto, a través del lenguaje, a dos individuos, dos historias, dos mentes, que se descubren y se interesan mutuamente. Y a partir de ese momento entrelazan sus vidas en un plano que trasciende lo físico rudimentario.

El diálogo dialogal

Según el filósofo español Raimon Panikkar, en vez del diálogo dialéctico, que se rige por la ley de las dicotomías, la racionalidad instrumental y la necesidad de que al final del mismo haya vencedores y vencidos, debemos intentar el diálogo dialogal, que no se propone convencer al otro sino que se trata de un aprendizaje de la lengua ajena –mitos, símbolos, idiomas, costumbres– para después intentar un aventurarse juntos en lo desconocido.

Todo ello, además, sobre la base de que al otro no se lo puede conocer sin antes quererlo, sin sentir que no es un extranjero sino una parte de uno, y sin entender que la vida ni se rige por la lógica ni es totalmente inteligible.

Es importante considerar que hay, o puede haber, otras entidades además de aquellas que tomamos en cuenta. El "yo" no puede agotar lo real, no es el centro. Es por ello que toda sociedad debe estar abierta y no cerrarse en su propia autointerpretación. Se debe ser capaz de aceptar un punto trascendente incomprensible, para así poder superar el esquema hegemónico del "yo" como el poseedor de una razón unitaria.

Cuando se presenta el conflicto pluralista, la manera de solucionarlo no es a través de que alguna de las partes trate de convencer a la otra, sino a través del diálogo, es decir, que el otro no es solo uno, mero objeto de mi conocimiento, sino otro en sí mismo; que es una fuente de comprensión y no necesariamente comprensión reducible a la mía propia. Es tratar de encontrar un valor superior, que las dos partes reconozcan y que ninguna controle.

Por tal razón, la actitud pluralista no asume, de antemano, situaciones no negociables. En cada caso implica una nueva creación.

No se puede olvidar que el otro puede ver las cosas bajo perspectivas diferentes y, por lo tanto, necesita tratarlo de manera distinta.

Las instancias de diálogo sostenidas en el tiempo promueven la construcción de capital social, que depende en gran medida de la construcción de confianza y postula la honestidad intelectual como un valor inclaudicable.

John Stuart Mill creía que la búsqueda de la verdad requería la combinación de ideas y proposiciones, incluso aquellas que parecen estar en oposición entre sí. Nos instó a permitir que otros hablen y luego a escucharlos por tres razones principales:

  • En primer lugar, la idea de la otra persona, por controvertida que parezca hoy, podría resultar correcta. ("La opinión puede ser cierta").
  • En segundo lugar, incluso si nuestra opinión es en gran medida correcta, la mantenemos de forma más racional y segura como resultado de ser desafiados. ("El que conoce sólo su lado del caso, sabe muy poco de eso").
  • En tercer lugar, y en opinión de Mill, es probable que los puntos de vista opuestos contengan cada uno una parte de la verdad que debe combinarse. ("Las doctrinas en conflicto comparten la verdad entre ellos”).

El poder de la palabra ha sido tradicionalmente conocido por las comunidades étnicas: saber dialogar implica saber decir y saber escuchar. Como también lo dice el Papa Francisco, “todo diálogo es una conversación: de ida y vuelta de planteos, de escuchas, de aperturas donde la paz y la amistad social necesitan de la justicia social y de responsabilidad respetuosa de las diferencias”.

Si la cultura del encuentro conlleva al encuentro de culturas, el “diálogo de saberes” supone un proceso de relación horizontal, en el que todos los saberes son reconocidos y no se supone un único discurso válido. Se ponen en interacción dos lógicas diferentes: la de conocimiento científico y la del saber cotidiano, con una clara intención de comprenderse mutuamente y que implica el reconocimiento de otro sujeto diferente, con conocimientos y posiciones diversas. Alcanzar este propósito requiere un cambio en el paradigma de la educación.

El poder de la palabra

Es cierto que todos cometemos muchos errores.

Pero, si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de controlarnos en todo sentido.

Podemos hacer que un caballo vaya adonde queramos si le ponemos un pequeño freno en la boca. También un pequeño timón hace que un enorme barco gire adonde desee el capitán, por fuertes que sean los vientos. De la misma manera, la lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos. Así también una sola chispa puede incendiar todo un bosque.

Aunque la Biblia lo dice hace siglos, no hace tanto que la ciencia afirma el poder y la influencia que tienen las palabras en la vida.

Con las palabras hacemos bien o mal, declaramos vida o muerte, expectativas o desánimo, fe o dudas.

Con nuestras fuerzas normales no es  posible controlar semejante poder que tiene la lengua, pero con la ayuda de Dios, puede ser como el pequeño timón de un gran barco que te lleve a buen puerto.

Cambia tu forma de hablar y cambiará toda tu vida.

Encontrarse en la diferencia: el poder de conversar con otros

Un obstáculo para conversar con otros es cuando nos manejamos con un sesgo binario. Esto quiere decir que procesamos la información en sólo dos posibilidades. Uno es bueno y el otro es malo. Y no contemplamos la cantidad de puntos intermedios en la escala grises. De esta forma, se nos hace más difícil empatizar con las ideas de otros.

“Vivimos en un mundo donde la polarización política y la simplificación excesiva de ideas complejas son cada vez más comunes”, dijo Guadalupe Nogues en un artículo. Y trae la idea de que es común relacionarse con personas que piensan igual que uno porque da sentido de pertenencia a un grupo.

Nogues escribió un libro que es de acceso gratuito que se llama Pensar con otros. “Parte de nuestro sentido de identidad surge de nuestra identidad social, aquella que se basa en los grupos sociales a los que sentimos que ‘pertenecemos’. La identidad social hace que, generalmente sin darnos cuenta, tengamos favoritismo por las personas que sostienen ideas que identificamos como las de nuestros ‘grupos de pertenencia’ y prejuicio negativo por las que no”, desarrolla la autora.

Una clave es entender que no es verdad que todos tenemos que estar de acuerdo en todo. Necesitamos buscar sinergias y cómo trabajar juntos.

Leonardo Maldonado, referente del movimiento B, explica qué somos capaces y responsables de co-crear ambientes, culturas y procesos que hagan que hacer el bien sea el camino fácil. Para eso, en una charla que tuvo lugar en el Encuentro+B Monterrey 2023, compartió cuatro claves para practicar la Colaboración Extrema.

La primera estrategia es cultivar una épica común. Hay un primer paso en todo proceso de cambio social y cultural profundo y duradero: construir un nuevo “nosotros”, forjando un sentido de pertenencia. Esto permite alinear y movilizar las voluntades necesarias para producir la transformación. Ese sentido de pertenencia se construye, entre otras formas, articulando y cultivando una épica común, es decir un relato que da sentido al nosotros y a una visión de futuro compartida por las y los que forman parte de ese nosotros. Esos “nosotros” pueden abarcar a la población de una ciudad o de un barrio. “Ese nosotros necesita ser inclusivo, no puede estar centrado en contra de ellos. El desafío como humanidad no es uno versus los otros. Es todos juntos o no es nada”, expresa Maldonado.

La segunda estrategia es entrelazarse. Es necesario recurrir a la empatía y partir de una premisa clave: cada persona tiene sus propios intereses y preocupaciones. Y estos son legítimos, no importa qué tan inapropiados puedan parecerles a los demás. Si se acepta como legítimos las preocupaciones y los intereses de las otras personas, aun cuando se opongan a nuestros propios intereses y preocupaciones, entonces podemos poner todo sobre la mesa y comenzar a trabajar. Este entrelazamiento se hace una y otra vez, respecto a una gran variedad de objetivos y acciones específicas. A fuerza de ir encontrando esas pequeñas sinergias, se cultiva la confianza que permite soñar horizontes conjuntos.

La tercera estrategia tiene que ver con cuidarse del lado oscuro. Hay que salir del nosotros versus ellos. Esa no tiene que ser la forma de construir. A veces esta forma parece la más fácil, la de oponernos a algo y crecer desde ese lugar, pero a la larga no es la que favorece el escenario de colaboración. “Tenemos la ilusión de que si estamos en desacuerdo no podemos seguir. Hay que asumir que ese es el problema. Para colaborar algunos tenemos que estar de acuerdo en algunas cosas algunas veces y eso basta. Hay que buscar sinergias”, expresa Maldonado.

La cuarta estrategia es sostener el presente. Se refiere a cómo se puede transitar y sostener el presente, de tanta innovación, cambio exponencial, para cuidar el alma. Cómo se puede transitar el presente en la tensión, sobre cómo venerar al pasado mientras también se explora el futuro.

Diálogos de Borges con Ferrari

Unos quinientos años antes de la era cristiana se dio en la Magna Grecia la mejor cosa que registra la historia universal: el descubrimiento del diálogo. La fe, la certidumbre, los dogmas, los anatemas, las plegarias, las prohibiciones, las órdenes, los tabúes, las tiranías, las guerras y las glorias abrumaban el orbe; algunos griegos contrajeron, nunca sabremos cómo, la singular costumbre de conversar. Dudaron, persuadieron, disintieron, cambiaron de opinión, aplazaron…

Sin esos pocos griegos conversadores la cultura occidental es inconcebible. Remoto en el espacio y en el tiempo, este volumen es un eco apagado de esas charlas antiguas.

Conversemos.

Para leer más:

Videos de Adela Cortina:

●       Ética cívica y adopción de acuerdos.

●       Ética de mínimos

●       Pluralismo moral y democracia deliberativa.

●       ¿Qué es y para qué sirve la ética?

●       Ética cívica transnacional. Ciclo "La democracia hoy: el papel crítico de la sociedad civil"

●       No bastan las leyes, es preciso un compromiso ético