Diferencia entre revisiones de «Ciudades inteligentes»
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Revisión actual del 03:24 21 ene 2014
Las ciudades modernas son centros neurálgicos que albergan a un gran porcentaje de la población mundial. Según el Sistema de las Naciones Unidas, Latinoamérica es la región de mayor proporción de población urbana (cerca del 85%) de todas las regiones en desarrollo, y la segunda más urbanizada del mundo. La población latinoamericana ha pasado de 167 millones de habitantes en 1950 con el 41,4% de carácter urbano a 596,6 millones en 2011, con el 79,1% del total habitando ciudades. Queda claro entonces que las urbes son el foco de las más diversas actividades del hombre y por lo tanto son consumidoras de recursos naturales, de energía y son generadoras de la mayoría de los residuos que contaminan el planeta.
El crecimiento de los avances en tecnología ha contribuido a que varias ciudades alrededor del mundo evolucionen paulatinamente hacia lo que en la actualidad se denomina como Ciudades Inteligentes (Smart Cities). Es muy complicado definir si una ciudad es inteligente o no porque todavía no existen estándares mínimos que permitan comparaciones. Pero con seguridad, pueden calificarse de Ciudades Inteligentes a aquellas que, gestionadas de forma eficiente y sostenible, logran una mejor calidad de vida para sus habitantes , aprovechando los avances de las tecnologías de información y comunicación (TICs). Las tres fuerzas que movilizan las Smart Cities están representadas por las TICs, la economía y las personas (sociedad civil). Las TICs se presentan como la herramienta fundamental en busca de la inteligencia de la ciudad y si bien no son el fin, son el medio por el cual las ciudades se vuelven SMART.
Los ámbitos en los cuales una ciudad puede adquirir inteligencia son muy amplios, pero pueden resumirse en aquellos aspectos de una gestión que: mejora el transporte, mejora los servicios públicos, alcanza eficiencia y sostenibilidad de la energía, del consumo de agua, y del manejo de residuos, garantiza seguridad pública, acceso a la información pública y transparencia. Para ello, se requiere que una ciudad desarrolle seis tipos de inteligencias:
Gobierno inteligente (Participación)
Ciudadanía inteligente
Inteligencia en medio ambiente
Inteligencia para la movilidad
Inteligencia para la calidad de vida
Inteligencia económica
Las ciudades grandes con dinámicas económicas y culturales establecidas se encuentran en mejor posición para evolucionar a Ciudades Inteligentes en relación con aquellas ciudades emergentes que presentan aún más carencias y desequilibrios. De todas formas estas últimas tienen también una oportunidad de evolucionar si incorporan inteligencia a su ritmo de crecimiento y planificaciones. Sin importar el tamaño de la ciudad, el principal desafío a superar más allá de la gestión, será la construcción de amplios consensos sociales en torno a la disponibilidad de recursos públicos y privados como objetivo compartido.
En Latinoamérica las ciudades están empezando a generar soluciones inteligentes a sus problemas de manera paulatina, comenzando con proyectos puntuales que lentamente se van sumando a otros y que aportan progresivamente IQ (coeficiente intelectual) a la ciudad. La ciudad de Buenos Aires ha entrado en el mundo de las Smart Cities poniendo el foco en el acceso a la sociedad de la información por parte de sus ciudadanos. Buenos Aires ha desplegado la mayor red de acceso público gratuito a Internet existente en la actualidad en Latinoamérica, la cual cubre una gran parte de la metrópoli así como la red de metro de Buenos Aires. Otras ciudades que avanzan fuertemente hacia la inteligencia son Bogotá, Río de Janeiro y San Pablo.
Perspectiva tecnológica: las ciudades inteligentes definidas desde la electrónica
Empresas altamente especializadas en tecnología como IBM, Cisco y Siemens acuñaron hace varios años la visión de las Ciudades Inteligentes como un conjunto de sensores y redes capaces de medir ciertas variables de las urbes. La realidad es que las Ciudades Inteligentes requieren de tecnología para la captura de datos y el procesamiento de la información y a partir del conocimiento generado, poder avanzar con la posterior toma de decisiones para el mejoramiento de la ciudad.
En la actualidad los protagonistas de la captura de datos son los sensores electrónicos que permiten recolectar diversa información sobre el tráfico, la iluminación o la polución en distintos ámbitos de la ciudad. Los sensores pueden estar situados en la vía pública o pueden ser aportados por los mismos ciudadanos a través de dispositivos como los Smart Phones, el GPS en el auto o cualquier aparato inteligente conectado a una red de comunicación. Las redes de comunicaciones como las 3G y 4G de los celulares o la propia Internet, permiten la transmisión de los datos del punto en que se generan a los centros de procesamiento. Por último es necesaria la infraestructura para soportar su almacenamiento y procesamiento masivo en servidores especializados para tomar decisiones y actuar en consecuencia.
Sin embargo, esta tendencia no es neutra respecto a qué tipo de datos se recolectan, quién usa la información y con qué fin se estructura el servicio. Por lo general, se trata de enfoques arriba- abajo, pensando únicamente en las necesidades de las autoridades gubernamentales y no en el ciudadano.
Perspectiva social: ciudadanos inteligentes en las ciudades inteligentes
En la actualidad las empresas promotoras de las Smart Cities están enfocadas en la tecnología antes que en el empoderamiento de los ciudadanos para la participación y toma de decisiones de su ciudad. Esto es criticado por organizaciones de la sociedad civil porque promueven la máxima que dicta que la razón de ser una ciudad son sus ciudadanos. Como nunca antes en la historia los ciudadanos tienen en su poder aplicaciones en sus dispositivos electrónicos que les permiten involucrarse y participar, aportar y consumir datos e influir sobre decisiones en temas relevantes de su ciudad.
Cyberdemocracia es el término que describe esta utilización de la tecnología como medio de participación y empoderamiento de la ciudadanía para el planeamiento y la mejora de sus comunidades.
Las organizaciones de la sociedad civil tienen el desafío de identificar las intersecciones de las tendencias sociales y tecnológicas para crear oportunidades para la innovación social. Por ejemplo, cumplen un rol importante en las transformaciones de las Ciudades Inteligentes porque son las encargadas de monitorear el desempeño y el gasto de los servicios públicos en busca de una mayor y mejor rendición de cuentas.
De modo que no se trata únicamente de impulsar el desarrollo de la ciudad inteligente desde la oferta tecnológica sino desde la demanda ciudadana. Lo cual exige no solo una adaptación de la tecnología a necesidades específicas (monitoreo de presupuestos o planes de metas, por ejemplo) sino poner en manos de los ciudadanos los medios necesarios para que generar tecnología dirigida al núcleo de la agenda ciudadana: los bienes públicos en las ciudades. Algunos autores llaman a esta corriente “Urbanismo de código abierto”.
Bienes públicos, la inteligencia como oportunidad para todos
Los bienes públicos son definidos como derechos universales que debería tener garantizada toda la población en idénticas condiciones de calidad y cantidad. Una sociedad es más justa y equitativa cuando más bienes públicos posee. En las ciudades, la posibilidad del acceso al agua, el transporte y la seguridad son claros ejemplos de bienes públicos. Desde la perspectiva social, una ciudad se vuelve SMART cuando crea, conserva, mejora y promueve los bienes públicos disponibles para los ciudadanos.
El espacio público, aquel donde los ciudadanos pueden interactuar y circular libremente, es otro ejemplo clásico de bien público. Sin embargo, ese espacio adquiere relevancia no tanto porque es usado por el público sino porque tiene un valor común, porque en él se desarrollan actividades que valorizan lo público, como actividades similares realizadas de manera individual o el disfrute colectivo de eventos abiertos. Todo esto nos remite a una ciudad abierta y democrática. Una ciudad inteligente será, además, aquella que permite a los ciudadanos cuidar, aprovechar y valorizar los espacios públicos agregando información, generando nuevos usos y nuevas formas de protegerlo. La gran ventaja de las tecnologías actuales es la articulación de la información en red, de modo que el tejido social no es anulado sino potenciado.
El núcleo de una ciudad inteligente radica, pues, en que permite a los ciudadanos empoderarse a través de nuevas (y viejas) tecnologías que le permiten tomar mejores decisiones y participar más activamente en la toma de decisiones públicas que afectan sus vidas, usando pero también creando información y conocimiento, controlando mejor el presupuesto público lo mismo que trabajando con sus autoridades (urbanismo participativo).
Como impulsoras de articulaciones intersectoriales, las organizaciones de la sociedad civil tienen además la capacidad de unir a los sectores públicos, privados y a la propia ciudadanía para diseñar y promover estrategias en pos de la creación de ciudades inteligentes que se conviertan en el hardware de la inteligencia colectiva.
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