Eco-espiritualidad

Como explica Jorge Oscar Peixoto en “Ecología en perspectiva franciscana”, la ecología entendida como una ciencia global (holística) que no desestima ningún factor y abarca toda la historia. Que nos lleva a considerar a la naturaleza no como un ‘hábitat biológico’ en el que podemos desarrollar nuestra técnica y nuestra ciencia, sino como aquello que nos une en ‘procesos vitales comunes’ de los que dependemos o mejor inter-dependemos, relación de la que no podemos evadirnos ni mucho menos evitar nuestra responsabilidad.

En cuanto a la espiritualidad, refiere a la fuente originaria que es el fundamento de todo ser, el origen de todo, llamado con frecuencia espíritu, que expresa el principio de la comunicación, de la creatividad, de la pasión y del amor. O sea, aquella vitalidad o fuerza que subyace a todas las demás energías, llena todos los espacios y tiempos y continuamente crea y recrea: el “Spiritus Creator”.

En este contexto de cambio, marcado por el avance tecnológico, es menester incluir a la eco-tecnología, con el fin de utilizar los nuevos procesos y avances tecnológicos en el diagnóstico, prevención y control de los recursos energéticos, prospectar el impacto ambiental generado por presentes y futuras actividades humanas, proponiendo usos racionales y sustentables del territorio y sus recursos naturales. Eco-tecnología para la protección del ecosistema, minimizar costos, ayudar a curar las heridas a la naturaleza y disminuir daños.

También es necesaria la práctica de la eco-política, que mediante una nueva conciencia permita formular un nuevo modelo de desarrollo y convivencia que conserve el equilibrio entre el progreso y los costos ecológicos, y que se ocupe de la organización social igualitaria. Esto exige la inclusión de la ecología social, para atender las relaciones entre sistemas humanos y sistemas ambientales. Para tener en cuenta a los sistemas sociales en interacción con los ecosistemas, entendidos de modo global, dentro del cual interaccionan los ecosistemas parciales (geológicos, climáticos, vegetales, animales, humanos, sociales, económicos, tecnológicos, políticos), entre los que no hay barreras absolutas sino interacciones e interdependencias. En este campo entra además la ética ambiental o ecológica para legitimar conductas, modelos, políticas y comportamientos que generen situaciones y modelos ecológicamente sostenibles.

También la ecología mental o ecología profunda, que apunta a recuperar el núcleo valorativo-emocional del ser humano frente a la naturaleza, reforzando su capacidad de convivencia, escuchando el mensaje de la creación y favoreciendo sus reservas psíquicas positivas para que pueda llevar adelante el peso de la existencia. Es en el cambio de mentalidad donde se elabora una conversión de la relación entre la persona y la naturaleza. Por último, la aproximación a la ecología integral mística cósmica, nos enseña que todo tiene que ver con todo en todos los momentos y en todas las circunstancias. Tanto la mística como la espiritualidad se fundan no en el poder, ni en la acumulación o el cálculo, ni en la razón instrumental. Nacen en el corazón, de la razón sacramental y simbólica, de la gratuidad del mundo, de la relación, de la compasión, del sentido de comunión entre todas las cosas, de la percepción de la vida como vinculada a toda vida.

Volviendo entonces a la creación de valor eco-espiritual cívico-ciudadano como materialización y síntesis de estas ideas, podemos decir que es una dimensión integral y holística, que no es la suma de las partes sino que considera la totalidad orgánica, una y diversa en sus partes, articuladas siempre entre sí dentro de la totalidad y constituyendo esa totalidad.

Esta cosmovisión despierta en el ser humano la conciencia de su misión dentro de esa inmensa totalidad. Él es un ser que puede captar todas esas dimensiones, alegrarse con ellas, alabar y agradecer a la inteligencia que ordena todo y al amor que mueve todo, sentirse un ser ético, responsable por la parte del universo que le cabe habitar, la Tierra.