Nueva diplomacia
Uno de los retos más importantes a los que nos enfrentamos es conseguir un mundo más humano. Esta idea debe transformarse en algo más que una ilusión. Es un imperativo moral. Necesitamos nuevas perspectivas y nuevas herramientas. Nos hace falta una nueva forma de diplomacia, que esté basada en los esfuerzos colectivos de una amplia gama de participantes, ya sean representantes de los gobiernos o de carácter independiente. Dependerá de nuestra habilidad para despertar la conciencia social sobre las necesidades humanas fundamentales en materia de seguridad y requerirá un nuevo consenso plural para abordar las necesidades y derechos básicos humanos que afectan a la vida diaria de millones de personas.
Esta incipiente diplomacia supera las fronteras de las relaciones entre estados e implica a los individuos y a las organizaciones que tienen cabida en distintos sectores de la sociedad civil. El comienzo de este nuevo rumbo hacia un mundo más humano se puede reflejar en los éxitos obtenidos en la lucha contra las minas antipersonal y en las iniciativas para restringir la proliferación de armas ligeras y de pequeño calibre. En ambos casos, la sociedad civil ha desempeñado un papel crucial, al coordinarse con la actuación de ciertos gobiernos que comparten su postura.
La creación de la Corte Penal Internacional para perseguir los crímenes contra la humanidad, el genocidio y los crímenes de guerra es otro ejemplo relevante a este respecto.
En el mundo actual se siguen tendencias preocupantes que son perniciosas en sí mismas y que amenazan el orden internacional establecido durante las últimas décadas. Estas tendencias plantean retos importantes a las organizaciones internacionales existentes y a los tratados que legislan la conducta de los estados. La comunidad internacional tendrá que hacer frente a un proceso de desintegración e inestabilidad internacional que no ha tenido precedentes desde la década de los años treinta, a menos que en los años venideros se siga respetando el ordenamiento jurídico internacional.
Hay que hacer todos los esfuerzos que sean necesarios para garantizar el pleno respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como a las estipulaciones de las organizaciones internacionales cuyo objetivo consiste en asegurar la observancia de los derechos humanos en todas las circunstancias y en todos los países.