Economía solidaria
La economía solidaria se refiere al conjunto de aquellas organizaciones de productores, consumidores, ahorristas, trabajadores, etc., que operan regidas por los principios de participación democrática en las decisiones, autonomía de la gestión y la primacía del ser humano sobre el capital. Las prácticas de estas organizaciones se circunscriben en una nueva racionalidad productiva, donde la solidaridad es el sostén del funcionamiento de las iniciativas, diferenciándose de la racionalidad capitalista, y de la economía pública que no permite la posibilidad de autogestionarse.
Estos emprendimientos buscan la articulación con entidades públicas o privadas que les permitan llevar a cabo una verdadera participación democrática en la vida económica y política de una sociedad. En ellas encuentran refugio categorías sociales puestas al margen de los sistemas de empleo y distribución de la riqueza convencionales dependientes del mercado y del Estado.
Como integrantes de la economía solidaria es posible incluir a las cooperativas, las mutuales, las fundaciones, las organizaciones civiles, las cooperadoras y las fábricas recuperadas que funcionan como cooperativas en su gran mayoría; pero también a las organizaciones de desocupados que organizan comedores, huertas o demás emprendimientos.
En los últimos 20 años se ha ido extendiendo el concepto de “tercer sector”. Este término pone énfasis en la idea de que la organización económica y social de los países se constituye en torno a tres sectores de la economía.
1- Un primer sector que corresponde al sector de la economía pública.
2- Un segundo sector que corresponde a las empresas privadas
3- Un tercer sector que reúne a todos las otras formas de empresas y organizaciones, que por lo general no tienen fines de lucro y se basan en una gestión democrática y en la generación de bienes y servicios de interés público.
Quienes utilizan el concepto clásico de empresas de economía solidaria subrayan en su análisis el desarrollo de empresas que operan en el mercado transando sus bienes y servicios pero por medio de la gestión de empresas democráticas, centradas en la ayuda mutua y el interés público. Finalmente, cabe indicar (aunque es posible encontrar otros términos de uso común como economía popular, economía de interés general, sociedad civil y otros), que otro término de uso frecuente es el de “sector sin fines de lucro”, en donde el acento es puesto en al trabajo voluntario de interés general que es realizado con ánimo solidario. En los últimos años esta línea de acción y pensamiento se ha potenciado con el desarrollo de iniciativas vinculadas a la gestión ética de las empresas y las distintas vertientes de la responsabilidad social empresarial.
Características de la economía social
Podemos distinguir, entre otras, como características sobresalientes en los emprendimientos solidarios:
a) La democracia participativa y la autogestión. Se debe verificar la igualdad en la participación en la toma de decisiones de todos sus miembros o en la elección de sus autoridades en el caso de estar delegada esta función, de modo que si se trata, por ejemplo, de una organización productiva, el capital debe encontrarse repartido en porcentajes iguales entre los socios.
b) La práctica de la solidaridad con especial énfasis en los más desfavorecidos del grupo o de la comunidad en general. Las entidades que promueven la economía solidaria dan prioridad a las asociaciones de desempleados, trabajadores en vías de perder el empleo y de los que menos tienen posibilidades de encontrar trabajo debido a la edad, la falta de calificación, discriminación racial o de género, etc.
c) El desarrollo local. Los emprendimientos solidarios surgen en un área específica, por un grupo de individuos que sufren una particular problemática. La vida común del grupo es lo que refuerza la cohesión de la comunidad.
d) La sustentabilidad. La economía solidaria se fundamenta en los principios de desarrollo económico sostenible respecto del cuidado del medio ambiente y el compromiso con la cohesión social, siendo pionera en las prácticas de responsabilidad social.
Génesis de las iniciativas solidarias
Normalmente, el surgimiento de los emprendimientos solidarios, por las características antes mencionadas, parte de la conjunción de ciertos eventos entre los que pueden mencionarse:
- La presencia en los medios populares de prácticas y tradición asociativa comunitaria o de clase, motivada por el sentimiento de un pasado y una problemática común, en la cual los individuos se reconocen mutuamente;
- la dotación de liderazgos populares legítimos y activos en las organizaciones y movilizaciones colectivas;
- el descenso de las modalidades habituales de subsistencia debido a la regresión del mercado de trabajo, conjuntamente con la ineficacia o desidia en las políticas públicas destinadas a resolver el problema y generar oportunidades económicas;
- la actuación de organismos de apoyo capaces de canalizar las demandas de este tipo de emprendimientos, sobre todo en lo referente a los instrumentos materiales y pedagógicos; y
- un escenario político donde se reconozca la relevancia de este tipo de demandas sociales y se permita que estas alternativas penetren en los movimientos sociales y en la institucionalidad política.
Antecedentes y desarrollo de la economía solidaria
La economía solidaria tiene como antecedente al cooperativismo obrero surgido de la resistencia contra la Revolución Industrial y el consecuente desarrollo del capitalismo. Robert Owen en 1832 creó la Labour Exchenge (Bolsa de Trabajo) en Londres, y luego surgieron otras con la misma forma, donde se intercambiaban productos cuyo valor dependía del número de horas trabajadas en su producción. El emprendimiento comenzó su final en 1834 con los paros patronales (lock outs), con los cuales conjuntamente colapsaban los sindicatos. Es claro antecedente de los “sistemas locales de empleo y comercio” en Canadá y de los “clubes del trueque” en Argentina.
También relacionado a la economía solidaria podemos mencionar el movimiento de las comunas, de igual forma vinculado a Owen, en las que se buscaba practicar el principio de repartición “a cada uno según sus necesidades, de cada uno según su capacidad”, llevando a cabo simultáneamente diversas actividades económicas en las cuales regía la solidaridad. El patrimonio de la comuna era colectivo y administrado por todos en conjunto, tomando las decisiones en asambleas. Éstas se han difundido a lo largo de los años y continúan expandiéndose activamente.
Otro antecedente muy importante es la cooperativa de consumo Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale formada por obreros ingleses en 1844. Los principios adoptados por la misma fueron tomados como modelo en otros emprendimientos similares donde primaron las ideas de igualdad política, educación cooperativa y reparto justo y periódico de las ganancias. Todo ello hace que hoy Rochdale sea conocida como la madre de las cooperativas.
Hacia las primeras décadas del siglo XX, las cooperativas se convirtieron cada vez más en empresas convencionales, quedándoles solo el nombre de cooperativa. Para Singer (2004), el crecimiento del tamaño de la cooperativa y la cantidad de sus miembros dificulta la vigencia de la democracia participativa, porque la autogestión es dejada de lado por falta de interés de los participantes en el emprendimiento. Es que antes que las cooperativas, fueron sus miembros quienes cambiaron: hasta finales del siglo XIX las condiciones de vida y de trabajo del proletariado eran tan bajas que sus opciones eran someterse o sublevarse, pero por ese entonces, la situación de la clase trabajadora comenzó a cambiar debido al aumento de los salarios reales, el derecho a la organización sindical y, con ella, la posibilidad de parar las actividades, junto con la aprobación de las bases del Estado de Bienestar. Reconciliados con la forma salarial, los trabajadores perdieron el entusiasmo por la autogestión.
La situación cambió en 1980 con la vuelta atrás de concesiones otorgadas a los trabajadores décadas atrás. El sector financiero se volvió hegemónico e impuso sucesivos ajustes fiscales y monetarios, y el libre comercio, con el flujo irrestricto de capitales, permitió a las transnacionales transferir cadenas de producción a países de bajos salarios y sin un verdadero Estado de Bienestar. Es por eso que hoy es posible ver en diversos países un resurgimiento de la economía solidaria a partir de la contra-revolución neoliberal.
El resurgimiento de la economía solidaria sólo se hace posible con el apoyo de las instituciones gubernamentales y de la sociedad civil. En esto, la participación de las universidades resulta particularmente importante debido a su capacidad de investigación y de elaboración teórica.
Economía solidaria en Argentina
Roberto ‘Bob’ Killmeate fue fundador del Mercado de la Estepa y referente de organizaciones de base en diferentes partes de la Argentina. Dedicó su vida a generar espacios asociativos entre campesinos, pequeños productores rurales y artesanos con el fin de que se transformen en actores de su propio desarrollo, desafiándolos a encontrar de modo colectivo “salidas donde no hay puertas” para acceder a Techo, Tierra y Trabajo, las “tres T” que orientaron su lucha.
Trayectoria
Roberto Killmeate poseía una trayectoria de más de 40 años en la conformación y el acompañamiento de asociaciones de productores rurales, campesinos y artesanos en diferentes regiones de la Argentina, promoviendo los principios de la Economía Social y Solidaria: el asociativismo, la revalorización y el fortalecimiento identitario de las comunidades, la transferencia de competencias de gestión y participación ciudadana, la profesionalización de los productores, y el aprovechamiento ético de los recursos naturales y sociales disponibles bajo parámetros de sustentabilidad.
Formado en Leyes, Filosofía y Teología, y miembro de la Congregación Palotina, fue el único sobreviviente de la “Masacre de San Patricio” (1976), en la que asesinaron a varios de sus compañeros. Estuvo en ejercicio de la actividad sacerdotal durante 20 años, militando en la línea de la Teología de la Liberación (“la iglesia de los pobres”) como párroco en la localidad de Los Juríes (Santiago del Estero) donde hizo escuchar “El grito de los Juríes”, y más tarde en Guardia Mitre (Río Negro). Luego, se desempeñó como productor campesino y gestor independiente.
En conjunto, su trabajo ha redundado en la generación y el fortalecimiento de organizaciones de base para el desarrollo rural, el acceso a tierras y viviendas, la participación ciudadana, y la revalorización de identidades territoriales excluidas. Desde el Mercado de la Estepa promovió la producción y comercialización asociada de artesanías como vía de desarrollo para poblaciones rurales de la Línea Sur de Río Negro, y la participación colectiva en el diseño de políticas públicas, dando origen a la Ley de iniciativa popular N. 4499, de Economía Social y Promoción de Mercados Asociativos de la provincia, tomada como modelo en otras regiones del país.
Entre las organizaciones por él iniciadas se encuentra CAVE (Cooperativa de Autoconstrucción de Viviendas Educativas), el MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero, hoy integrado al MNC (Movimiento Nacional Campesino), y el Mercado de la Estepa “QUIMEY PIUKÉ”. En los numerosos proyectos que ideó, Bob Killmeate trabajó favoreciendo el diálogo, el compromiso y el trabajo colaborativo de productores con investigadores, técnicos o funcionarios de diferentes instituciones, científicas, organismos gubernamentales y entidades de la sociedad civil, mostrando el potencial de la articulación interinstitucional a partir de una alta capacidad de gestión propia: INTA, Universidades nacionales, INTI, CONICET, grupos religiosos, Avina, Ashoka, ONG´s locales y regionales, Secretaría de Ambiente, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Argentina, entre otras.
Hilando juntos el futuro
Hasta su fallecimiento, ocurrido el 14 de diciembre de 2015, Bob Killmeate seguía guiando iniciativas desde el Mercado de la Estepa, un espacio de comercialización que funciona desde el 2000 e integra una red de alrededor de 300 familias de productores y artesanos, en su mayoría mujeres, con autonomía de gobierno y representación de las localidades de Dina Huapi, Pichileufu, Villa Llanquín, Ñirihuau, Comallo, Laguna Blanca, Pilquiniyeu del Limay, Corralito, Sierra Colorada y Los Menucos.
Bob buscaba replicar esta experiencia en las otras provincias patagónicas, por lo que con el nombre de Red MAPA, inició durante el último tiempo la generación de espacios similares en Santa Cruz (reuniendo artesanas asociadas en El Calafate, Gdor. Gregores y San Julián), y Tierra del Fuego (Ushuaia, Río Grande y Tolhuin), a los que se estaban sumando Chubut (Facundo, Trelew, Esquel), y Neuquén (Junín de los Andes). Las diferentes asociaciones trabajan en el marco de la economía social, en base a relaciones de solidaridad y confianza, priorizando el asociativismo como medio para el desarrollo, la autogestión comunitaria y poniendo en valor las culturas originarias a través del rescate de las técnicas ancestrales de producción artesanal.
A su vez, lideraba el Proyecto Guanaco-Estepa, que es llevado a cabo por un consorcio de instituciones (UNRN, Dirección de Fauna Silvestre de RN, Mercado de la Estepa y Surcos Patagónicos, con la colaboración de INTA y Ministerio de Desarrollo Social de la Nación); un proyecto que busca integrar el circuito productivo para el aprovechamiento de la fibra de guanaco (encerradores y esquiladores; hilanderas, diseñadores y tejedoras; más el circuito comercial), por medio de vincular horizontalmente asociaciones de pequeños productores radicadas en diferentes parajes y provincias, para desarrollar una alternativa productiva complementaria que confronte la marginalización de los sistemas de subsistencia en uno de los ambientes más frágiles de Argentina: la estepa patagónica.
Unos pocos días antes de su muerte había coordinado, desde la Asociación Civil “Surcos Patagónicos” que presidía, el VII Encuentro de la Red MAPA, de “Mercados Asociativos Patagónicos”, evento que reunió en Dina Huapi a asociaciones de artesanas que trabajan en Economía Social y Solidaria en las cinco provincias patagónicas. Allí Bob anunciaba lo que resultó ser su último proyecto: elaborar “el hilo más largo del mundo”, que unirá hilanderas a lo largo de la RN 40 desde Ushuaia a La Quiaca, con el fin de fortalecer la producción textil artesanal y visibilizar el rol de la mujer rural en el desarrollo del territorio, para revalorizarlas a ellas y los saberes campesinos, integrando también hilanderas de la Red PUNA del norte de nuestro país. Buscaba también promocionar el aprovechamiento de fibras orgánicas propias, como la del guanaco o la vicuña, que en tanto fauna silvestre propuso considerar como recursos públicos estratégicos para el fortalecimiento de la economía solidaria. Delegaba de este modo en las organizaciones su objetivo: tejer una nueva trama de reivindicación popular.