La escucha profunda
Thich Nhat Hanh, “Estás aquí, La magia del momento presente”.
La práctica de la atención plena tiene que ver con la práctica de la escucha compasiva.
La escucha es un arte que debemos cultivar. Pero, antes de poder escuchar a los demás, tenemos que aprender a escucharnos a nosotros mismos. Y para ello, no debemos escapar, sino, por el contrario, ser muy compasivos con nosotros mismos. La práctica de la atención plena generará la compasión necesaria para abrazar nuestro dolor y nuestro sufrimiento. Y es que sólo cuando empieces a entenderte y amarte a ti mismo, estarás en condiciones de entender y amar a los demás.
Hay dolor y sufrimiento en los demás. Ellos deben tener la oportunidad de expresarse. Saber escuchar requiere paciencia y compasión, algo en lo que, afortunadamente, siempre podemos adiestrarnos. Pero no deberías, como ya he dicho, intentarlo sin estar antes seguro de que la frescura y la compasión han aflorado en ti. Bastan unos pocos días de práctica para que la compasión y la comprensión acaben asentándose en tu corazón.
La práctica de la escucha profunda consiste en mantener viva, durante todo el tiempo que estés escuchando, la compasión en tu corazón. No escuchas para juzgar, criticar o valorar. Sólo escuchas para ofrecer a la otra persona –o a ti mismo– la oportunidad de expresarse. Quizás esa persona diga cosas que te molesten. Quizás te desapruebe, te culpabilice o empiece a decir cosas falsas sobre ti. Tú debes estar dispuesto a escucharlo todo. Y, en tal caso, debes decirte a ti mismo: «No estoy escuchando a esta persona para criticarla ni juzgarla. Sólo la escucho para proporcionarle la oportunidad de que se exprese, para proporcionarle cierto alivio… Eso es todo».
Ésta es la llamada escucha compasiva. Mientras mantengas viva, en tu corazón, esta intención, actuarás como una persona iluminada. Ejercita, mientras escuches, la atención plena a la respiración, alentando la siguiente intención: «Escucho para que esta persona sufra menos». Y, cuando puedas hacerlo, sus palabras negativas dejarán de afectarte. Poco importará, en tal caso, que la persona en cuestión diga cosas falsas, poco importará que se muestre irónica, que tenga la intención de dañarte o de subrayar tus defectos porque, mientras la compasión permanezca viva en ti, estarás inmunizado contra el sufrimiento. Y eso es algo maravilloso.
Esto siempre ha sido cierto para mí. Mientras mantengas viva en ti la llama de la compasión, el sufrimiento no te afectará. En tal caso, verás que la persona a la que estás escuchando sufre mucho debido a sus concepciones equivocadas, su ira y su confusión y que sus comentarios nacen de su dolor. Entonces no te sentirás afectado por ello, porque la compasión seguirá llenándote. Esta compasión es el fruto de la comprensión que nace de la práctica de la atención plena y de la mirada profunda.
El budismo afirma que el amor y la compasión están hechos de la misma sustancia, una sustancia llamada comprensión. Si comprendes, puedes amar. Pero resulta imposible, si no comprendes, aceptar y amar a alguien. ¿Por qué actué de ese modo? ¿Por qué dije tal cosa?
Sólo podrás entender las causas de lo que estás preguntándote cuando observes profundamente esas cuestiones. Esa comprensión es la única que puede llevarte a dejar de culpar y criticar. La compasión nace de la comprensión de la situación.
La escucha profunda abre las puertas de la comprensión, requisito imprescindible de la compasión.