Educación para la paz como método de prevención de conflictos
Texto extraído del libro “El crimen de la guerra” de Roberto Vivo.
Un paso esencial para lograr un mundo más justo y pacífico consiste en educar a las nuevas generaciones en una cultura de paz. Tras siglos de enfrentamientos y de recurrir a la violencia como método para resolver las diferencias, es necesario modificar un mecanismo de respuesta social que se encuentra profundamente arraigado en muchas culturas. Y esto sólo puede lograrse si se atacan las raíces del problema desde los primeros pasos del camino educativo. La educación juega un papel central dado que construye los valores de quienes en el futuro serán ciudadanos y permite la evolución del pensamiento social. Y puede además romper tópicos sociales muy asentados al demostrar que es posible construir una realidad distinta.
El uso de la violencia como recurso, último pero seguro, para resolver los problemas se encuentra tan extendido que no nos enfrentamos a una tarea fácil. Sin embargo, en los últimos cincuenta años se han hecho esfuerzos para que la Educación para la Paz ingrese definitivamente en las aulas escolares.
Instituciones como la Unesco, la Escola de Cultura de Pau de Catalunya, o la organización no gubernamental Intermón Oxfam trabajan activamente para que las escuelas adopten un programa de estudios donde la paz sea el eje común. Y cada año son más quienes reconocen que para modificar la realidad es necesario cambiar la manera de pensar desde su raíz. Otra importante organización que trabaja por la paz es la Universidad de las Naciones Unidas. Según la pacifista Elise Boulding, la misión de dicha universidad es de gran importancia en la expansión de la base humana y de los recursos disponibles a los estudiosos que trabajan por la paz mundial. “Mientras que ha habido, desde siempre, una pequeña comunidad internacional de estudiosos abocados a una búsqueda compartida de conocimientos, el desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), dentro del sistema de la Organización de las Naciones Unidas para hacer frente a urgentes problemas ambientales, de desarrollo económico y que atañen a la construcción de la paz, representa una fuerza significativa en la tarea de expandir las dimensiones y la eficacia de dicha comunidad. Con un consejo directivo compuesto de académicos altamente respetados y con vínculos a la UNESCO y a otros institutos de investigación de la ONU, la Universidad de las Naciones Unidas está creando una comunidad de estudiosos y estudiantes de posgrado que trabaja dentro de una red de universidades e institutos de investigación en cada región del mundo, una comunidad rica en la experiencia de trabajos colegiados.”1
Asimismo, en varias regiones alrededor del mundo que han padecido climas de violencia extrema, se están implementando programas de educación para la paz en las instituciones educativas. En Irlanda del Norte, por ejemplo, muchos estudiantes participan en un curso de estudio llamado “Educación para el Entendimiento Mutuo”, en el cual se aprenden las tradiciones católicas y protestantes. En España, la Universidad Camilo José Cela de Madrid incluye en su plan de estudios un curso específico, promovido por el ex Director de la UNESCO Federico Mayor Zaragoza, dedicado al desarrollo de una cultura de paz, cuyo enfoque son los valores democráticos, el reconocimiento de los derechos humanos, y la promoción de un pensamiento social crítico. En Israel, la Escuela de Paz Neve Shalom / Wahat al-Salaam organiza talleres y campamentos para chicos tanto árabes como judíos. Por su parte, Costa Rica cuenta con un proyecto verdaderamente innovador dedicado a la construcción de la paz: la Universidad para la Paz (también conocida como UPEACE), que opera con el reconocimiento de la ONU y bajo un mandato de esa institución internacional, pero en forma autónoma, con su propia constitución y sin estar sujeta al reglamento o a la burocracia de las Naciones Unidas.2 Según su carta orgánica, su misión será la de “proveerle a la humanidad de una institución internacional de educación superior con el objeto de promover, entre todos los seres humanos, un espíritu de entendimiento, tolerancia y coexistencia pacífica, estimular la cooperación entre pueblos, y ayudar a disminuir los obstáculos y amenazas a la paz y al progreso mundial, según las nobles aspiraciones proclamadas en la Carta Orgánica de la Organización de las Naciones Unidas.” Desde el año 2002, la UPEACE ha extendido su alcance, al iniciar su Programa Africano, con sede en Addis Ababa, Etiopía, con el propósito de desarrollar herramientas educativas y trabajos en red similares en todo el continente africano. En los Estados Unidos, mientras tanto, miles de colegios primarios y secundarios cuentan con programas de estudio cuyo objetivo es el de enseñar a niños y jóvenes competencias tales como la comunicación, la resolución de problemas, la empatía y el autocontrol sobre la ira.3
Un cambio conceptual. Antes que nada, el cambio conceptual implica entender a la paz como una manera de interpretar las relaciones humanas y los conflictos que inevitablemente surgen de la diversidad. Es decir, la paz no sólo hace referencia a la ausencia de violencia sino a un estado activo de la sociedad y de cada persona para construir un orden justo y armónico. La paz debe ser parte del desarrollo permanente de la personalidad para dar como resultado una convivencia más armónica con los demás y con la propia persona. “Dicho en los términos más sencillos, la cultura de paz es una en la cual se promueve la diversidad en paz. Tal tipo de cultura incluye formas de vida, patrones de creencia, valores, comportamientos y arreglos institucionales que acompañan y promueven el cuidado y el bienestar mutuos, en forma ecuánime por medio de la apreciación de lo distinto, gestionando y compartiendo de manera justa los recursos del mundo entre sus habitantes y entre todos los seres vivos. También brinda seguridad mutua para la humanidad en toda su diversidad, mediante un profundo sentido de identidad como especie y asimismo, de hermandad con la tierra viva. No hay ninguna necesidad de violencia.
En otras palabras, la paz es un concepto activo que involucra un constante formar y reformar comprensiones, situaciones y comportamientos en un mundo en constante cambio, como para hacer sostenible el bienestar de todos.” Uno de los obstáculos ‘actitudinales’ a la paz mundial es el error de creer que el pacifismo es equivalente a “pasivismo” y la noción equivocada de que la paz es sinónimo de inactividad. “Nada más lejos que los estereotipos de la paz como un estado aburrido e inmutable. La imagen estática de la paz como estado de inactividad humana se encuentra dramáticamente opuesta a la caracterización de la paz como un proceso de construcción, como aventura, exploración, y voluntad de fijar rumbo hacia lo desconocido.”4
Tal como explica el educador español José Luis Zurbano Díaz de Cerio, “educar para la paz supone cultivar en los alumnos valores como la justicia, la cooperación, la solidaridad, el desarrollo de la autonomía personal y la toma de decisiones, etc., cuestionando al mismo tiempo los valores antiéticos a la cultura de la paz, como son la discriminación, la intolerancia, el etnocentrismo, la obediencia ciega, la indiferencia, la insolidaridad, el conformismo, etc.” 5. Tres ejes esenciales de la Educación para la Paz son la cooperación, el diálogo y el conocimiento mutuo. Cuando estos valores y prácticas impregnan todos los ámbitos educativos, el resultado natural es una sociedad más abierta y menos inclinada al uso de la violencia.
El investigador de la paz James Page6 también se refiere a la “obediencia ciega” cuando habla de cuestiones impuestas social o culturalmente como “deberes”. Este autor propone que uno de los principios de la educación para la paz sea posicionar al ser humano más allá del deber, en lo que él describe como “la ética del cuidado.” Dice, además, “que la guerra y la injusticia involucran, por lo general, la deshumanización de los que se oponen a nosotros o de los que sufren. Un elemento importante en la educación para la paz puede ser de la humanización del enemigo y la humanización de los que sufren. Dicho en términos simples, la ética del cuidado enfatiza el hecho de que el otro comparte nuestra humanidad común.”
Sin embargo, advierte que la debilidad de la ética del cuidado es suponer que la caridad comienza en casa, lo cual lleva a la gente a aplicar sus actitudes de cuidado primero y principalmente a los que se encuentran más cercanos a ellos. Esto —dice— “puede llevar a una suerte de compasión selectiva.” Peor aún es el hecho de que “la noción del cuidado puede ser utilizada como justificación para la guerra y para el egoísmo social. En otras palabras, el discurso de la guerra y el egoísmo social dice que como nos importa o debe importar el cuidado de los más allegados a nosotros, debemos estar preparados para tomar acciones radicales para respaldar a esos allegados nuestros.” La solución, según propone Page, es la de desarrollar “una ética del cuidado más universal, o, por lo menos, habría que tener una ética del cuidado más equilibrada respecto de otras perspectivas éticas.”7
Al respecto, los investigadores especializados David W. 8 y Roger T. Johnson 9 sugieren que “si se define a la paz como la ausencia de la guerra o de la violencia, dentro del marco de una relación mutuamente beneficiosa y armoniosa entre las partes,” resulta lógico, entonces, que la educación para la paz “…se defina como enseñar a los individuos la información, actitudes, valores y capacidades conductuales necesarias para resolver los conflictos sin violencia y construir y mantener relaciones armoniosas.”
La Paz es Dinámica. Al igual que Boulding, estos autores explican que “la paz es dinámica (no estática), una relación (no una característica), y un proceso activo (no un estado pasivo).” La paz está basada —dicen— “en la mutualidad (interdependencia positiva) y en la gestión positiva del conflicto.” Johnson y Johnson creen que “el desafío más grande para la paz se encuentra en los conflictos intratables…” —conflictos cuyas causas directas y violencia reiterada resultante persiste en el tiempo, sin encontrar resolución duradera alguna. Advierten que tales conflictos “…muchas veces duran siglos.”10
Ellos opinan que “la paz duradera depende de la libertad estructural”, es decir, que “la paz no puede establecerse a través del dominio directo de una parte sobre la otra (mediante una fuerza económica o militar superior), y tampoco por el dominio indirecto (mediante la opresión estructural —por ejemplo, mediante la educación, la religión o los medios masivos). La opresión estructural incluye la manipulación de las condiciones sociales, económicas y/o políticas para generar, en forma sistemática, la injustica, la violencia o la falta de servicios sociales, resultando en la represión, la insalubridad o la muerte de ciertos grupos sociales. La libertad estructural a la cual Johnson y Johnson se refieren como el factor determinante en una paz duradera tiene que ver, precisamente, con la creación de “instituciones sociales que promueven la igualdad, la justicia y el bienestar de todas las partes relevantes.”11
Paz Positiva y Paz Negativa. Monisha Bajaj,12 docente especialista en temas de la paz y los derechos humanos, explica, además, que cualquier entendimiento comprensivo de la paz y la educación para la paz debe tomar en cuenta la definición de “la paz tanto ‘negativa’ como ‘positiva’ que, respectivamente, comprenden la abolición de la violencia directa o física, y la violencia estructural constituida por las desigualdades sistemáticas que privan a los individuos de sus derechos humanos básicos (Galtung 1969). Las áreas de educación en derechos humanos, en desarrollo, medio ambiente, desarme y resolución de conflictos, se incluyen con frecuencia dentro del marco de una comprensión más amplia de la educación para la paz.”
La educación para la paz debería extenderse mucho más allá del aula, para impactar sobre la forma de pensar a todo nivel de la sociedad, si se pretende llegar a una paz mundial duradera. Queda claro, sin embargo, que el cambio debe comenzar en algún punto, y que el lugar donde este movimiento hacia la 'deslegitimación' de la guerra y la aceptación universal de la paz mejor puede echar raíces y crecer es en los niveles tanto primarios como superiores de la educación. Según Bajaj, “ el proceso de la educación puede inculcar en todos los estudiantes ciertos “bienes” sociales, en este caso, las capacidades y valores necesarios para la paz y la justicia social; y (…) una vez que la información y la experiencia relevantes estén dadas, el estudiante individual puede convertirse en agente para promover la paz local, nacional e internacional.”13 Agrega que, “uno de los elementos comunes que unen a los estudiosos y practicantes asociados al campo de la educación para la paz es el optimismo en el sentido de que la educación sea capaz de llevar a un cambio social positivo.”
Todas las sociedades, incluidas las más avanzadas, preparan sus hijos no para la paz, sino para la guerra. Este hecho, subrayado por la renombrada médica, docente y pacifista María Montessori14, ha sido el resultado tanto del fallido intento de los liberales pacifistas de promover la aplicación de filosofías pacíficas en la educación como de la activa participación de los conservadores en la glorificación de la guerra y en predicar la necesidad de la misma. Según Montessori, “los que quieren la guerra preparan a los jóvenes para la guerra; pero los que quieren la paz han sido negligentes en su trato con los niños y adolescentes, ya que no han podido organizarlos en pro de la paz. La paz es un principio práctico de la civilización humana y de la organización social, basado en la naturaleza del hombre. La paz no lo esclaviza, sino que lo hace consciente de su propio poder sobre el universo. Y como está basado en la naturaleza del hombre, es una constante, un principio universal que se aplica a todos los seres humanos. Este principio debe ser nuestra guía en la construcción de una ciencia de la paz, y en la educación de todos los hombres para la paz.”15
La Paz Consensual. Johnson y Johnson explican que de los muchos tipos de paz que existen, el más positivo —y que la educación debería instar y promover— es la “paz consensual”. En la mayoría de los casos, las situaciones en que la paz se impone involucran al dominio de una parte sobre otra, en el logro de las metas de paz de esa parte en detrimento de los objetivos de la otra parte. Esto, claramente, puede llevar a una situación en la cual la paz de hoy se torna causa principal de la guerra de mañana, ya que cualquier circunstancia en que “el vencedor se lleva todo” produce sueños de una futura reivindicación. Basta ver el caso de la humillación y castigo padecido por Alemania en los años posteriores a la primera guerra mundial y el posterior ascenso de Hitler para ver las consecuencias de esta lección.
La paz consensual, como la paz impuesta, comienza con medidas para terminar con la violencia y las hostilidades, pero no continúa con la mera suspensión o represión de las relaciones anteriores a las hostilidades. Al contrario, la paz consensual busca el establecimiento de una relación completamente nueva. La base de esta nueva relación es una interacción armoniosa, cuya meta es lograr objetivos mutuos y la distribución justa de los beneficios de la paz común.
Las principales etapas de la paz consensual son la de hacer la paz y la de construir la paz. En la primera etapa, las partes involucradas en las hostilidades negocian un alto al fuego e, inmediatamente, buscan un punto de arranque desde el cual resolver sus diferencias, y así evitar el inicio de futuras hostilidades. Se podría pensar en la etapa de hacer la paz como una suerte de “control de incendio”. Su meta es la de manejar el conflicto inmediato y establecer un sólido cese de hostilidades, para así poder llegar al inicio de la segunda etapa. La tarea de esta primera etapa no es la de enfrentarse a los temas subyacentes de largo plazo, sino la de crear un clima en el corto plazo que posibilitará discusiones de estas futuras preocupaciones y buscar el camino hacia una duradera coexistencia pacífica.
En la etapa de construcción de paz, ambas partes intentan construir una paz duradera sobre la base de la creación de instituciones económicas, políticas y educacionales. Esta es la etapa en la cual ambas partes van más allá de las causas y efectos inmediatos de la guerra y se ocupan de los temas estructurales relacionados con la paz. Al tratar los temas de manera práctica, es posible crear “relaciones armoniosas y de largo plazo sobre la base del respeto mutuo y la justicia social.” Para que funcione bien esta etapa del proceso de la paz, resulta de fundamental importancia fomentar las capacidades necesarias dentro de la sociedad como para crear un clima de verdadera cooperación. Sugieren, entonces, que la educación para la paz debería enfocarse en “construir mutuamente entre todos los ciudadanos y en enseñarles las capacidades, actitudes y valores necesarios para establecer y mantener sistemas cooperativos, resolver los conflictos en forma constructiva, y adoptar valores que promuevan la paz.”16
“Cuando la paz es consensual se basa en la mutualidad, o la interdependencia positiva.” Y ésta sólo existe cuando hay una correlación positiva de cumplimiento de las metas de todas las partes involucradas. Esto significa que una parte sólo puede lograr sus objetivos cuando las otras partes logran los suyos. Johnson y Johnson citan como ejemplos de este tipo de interdependencia el establecimiento de pactos comerciales de beneficio mutuo, alianzas económicas, el esclarecimiento de fronteras, acuerdos de defensa mutua y acuerdos para la preservación o saneamiento ambiental. Según estos investigadores: “Aun cuando la paz depende de tales metas mutuas, la misma puede fortalecerse a través de la distribución justa de beneficios comunes, la dependencia de las partes entre sí por los recursos que comparten, y el desarrollo de una identidad mutua que subsume todas las partes relevantes dentro de un solo grupo superordinado (tal como norteamericano, además de canadiense, estadounidense y mexicano).” Sostienen además que en casos de este tipo de identidades comunes, “las partes que participan en un esfuerzo cooperativo perciben a la otra parte como su igual. Esto no significa que sus recursos sean idénticos o que cada uno contribuirá una cantidad de recursos igual en todos los casos, sino que operan sobre la base de una visión multidimensional de los demás que reconoce el hecho de que, a largo plazo, y en situaciones varias, cada parte contribuirá de manera aproximadamente igual al éxito de sus esfuerzos comunes.”17
Hacer y Construir la Paz. Éstas son las enseñanzas que la educación para la paz debe confrontar y resolver. Se podría empezar por dejar de pensar en los tratados internacionales vinculantes únicamente como herramientas para resolver cuestiones económicas, temas de defensa o conflictos fronterizos, y aprovechar la oportunidad para construir pactos dirigidos hacia un acercamiento holístico a la paz, y hacia una coexistencia mutuamente beneficiosa y socialmente progresiva. Esta forma de pensar está profundamente arraigada en ambas etapas del proceso de la paz: la de hacer la paz y la de construir la paz. Ninguna de las dos admite la búsqueda de metas unilaterales y cortoplacistas, especialmente entre las naciones más poderosas del mundo. La meta principal de ambas etapas —basada en el desarrollo progresivo de la educación para la paz y el cambio de mentalidad que engendraría— debería ser la de prestar su ayuda desinteresada a los países donde la ignorancia, el despotismo y la pobreza prevalecen (lo cual les convierte en presa fácil de las guerras tanto internas como externas), para que puedan levantarse y encaminarse hacia un mejor futuro, en lugar de buscar nuevas y mejores maneras de explotar y marginalizarlos. La meta subyacente de toda educación para la paz debería ser, entonces, la de preparar el terreno para una emergente comunidad mundial tendiente a la armonización de las fortalezas, el refuerzo de las áreas más débiles y la generación de un equilibrio basado en el objetivo común de llegar a la paz mundial y al bienestar global.
Es importante señalar que la educación por sí misma no alcanza. Para que el objetivo de lograr un mundo más pacífico se haga realidad es necesario que la paz se convierta en el punto focal de toda la sociedad, que todos los actores sociales trabajen en conjunto por la paz. Para que la paz mundial tome forma y se arraigue, los gobiernos, las familias, las empresas, los medios de comunicación, entre otros, deben ser ámbitos que acompañen la construcción de un nuevo orden cultural. Los valores antes mencionados (justicia, cooperación, solidaridad, y diálogo) sólo pueden ser interiorizados por las nuevas generaciones si forman parte de todos los ámbitos de la vida, y no sólo de una realidad aislada como puede ser la escuela. En resumen, la paz no debe ser sólo un tema de estudio sino un eje transversal que atraviese todos los contenidos educativos, las comunicaciones masivas y el proceso de formación en valores.
En palabras de María Montessori, “parecería una afirmación tan obvia como para ser de una inocencia excesiva, pero resulta perfectamente claro que se necesitan dos cosas para que haya paz en el mundo: primero, un nuevo hombre, un mejor hombre; y luego, un entorno que, desde entonces en adelante, no impondrá límite alguno a las aspiraciones sin fronteras de la humanidad.”18
1. Boulding, Elise, Cultures of Peace—the Hidden Side of History (Syracuse, NY: ©2000, Syracuse University Press), pág. 232.
2. www.upeace.org Traducido al español desde la Carta original redactada en inglés.
3. Cf. W. Ury: Getting to Peace: Transforming Conflict at Home, at Work and in the World, págs. 139-140.
4. Boulding, Elise, op. cit., pág. 1.
5. J. L. Zurbano Díaz de Cerio, Bases de una Educación para la Paz y la Convivencia, pág. 21
6. El doctor James Page posee un título de PhD en Educación para la Paz de la Southern Cross University de Australia. Es autor, docente, y disertante frecuente en foros internacionales.
7. Page, James, Peace Education – Exploring Ethical and Philosophical Foundations (Charlotte, NC, EE.UU.: ©2008, Information Age Publishing, Inc.), pág. 183.
8. David W. Johnson es profesor de psicología educacional en la Universidad de Minesota. Es, asimismo, co-director del Centro para el Aprendizaje Cooperativo, y ganador del Premio de 2003 a las Contribuciones Distinguidas a la Psicología Aplicada a la Educación y Capacitación de la American Psychologist Association.
9. Roger T. Johnson es profesor curricular y de instrucción de la Universidad ded Minesota. Posee un doctorado de la University of California in Berkeley y es co-director del Centro para el Aprendizaje Cooperativo. Ha sido docente en el Programa Newton de Pasantías de la Universidad de Harvard como profesor de posgrado, y ha trabajado en el desarrollo del currículo para Estudios Primarios en Ciencias para el Centro de Desarrollo Educacional de Harvard. Es autor de numerosas obras investigativas.
10. Johnson, David W. y Johnson, Robert T., en Theory into Practice (revista educacional de The Ohio State University), Tomo 44, Nº 4, Otoño de 2005, ISSN: 0040-5841 (Grupo Routledge – Taylor y Francis, www.routledge.com)
11. Johnson y Johnson, op. cit., págs. 277 y 278
12. Monisha Bajaj integra el plantel docente del Departamento de Estudios Internacionales y Transculturales de la facultad docente de la Universidad de Columbia, de donde recibió su doctorado en educación. Se especializa en la educación para la paz, temas internacionales humanitarios, educación sobre aspectos internacionales de la paz y los derechos humanos, las desigualdades sociales y la pedagogía crítica. Cuando estudiaba en la República Dominicana como becada de la Comisión Fulbright, desarrolló un manual de capacitación sobre los derechos humanos para la UNESCO. Los focos de sus investigaciones han incluido al África sub saharaui, el sur de Asia, Latinoamérica, el Caribe, y los EE.UU.
13. Bajaj Monisha, Encyclopedia of Peace Education, (Charlotte, NC, USA: ©2008, Information Age Publishing, Inc., www.infoagepub.com), pp.1-2.
14. Maria Montessori (31 de agosto de 1870 al 6 de mayo de 1952) fue una renombrada médica, docente y pacifista italiana, más conocida por la filosofía educativa que lleva su nombre. Se sigue aplicando el método educativo de Montessori hasta la actualidad, en colegios públicos y privados en todo el mundo.
15. Montessori, Maria, cita de su discurso titulado Educar para la paz, presentado en Copenhagen, el 22 de mayo de 1937. Incluida en Montessori, Maria, Education and Peace—The Clio Montessori Series, traducido por Helen R. Lane. (Oxford: ©1992 por Montessori-Pearson Estates, pub. ABC-Clio Ltd, Old Clarendon Ironworks, 35a Great Clarendon St., Oxford, OX2 6AT, Inglaterra), págs. 32-33.
16.Johnson y Johnson, op. cit., pág. 283
17.Johnson y Johnson, op. cit., pág. 283.
18.Montessori, Maria, cita de un discurso titulado La Paz, dado por ella en 1932, en la Oficina Internacional de Educación, en Ginebra.