Inclusión cívica

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La construcción del bienestar general de una sociedad ya no puede lograrse impactando con políticas públicas sólo en la riqueza y en la pobreza. Además, resulta imprescindible incidir en la brecha social entre el que tiene acceso a recursos y el que no tiene; entre el que puede y el que no puede; entre el que sabe cómo llegar y el que ni siquiera sabe cómo arrancar.

Las asimetrías que generan las sociedades actuales ya no se solucionan con políticas públicas de igualdad -dar a todos lo mismo-, porque ello incrementa la brecha. Se requiere que la construcción de lo público -aquellas condiciones que garantizan que lo que hace al bien común llegue a todos en iguales condiciones de acceso y con idénticos estándares de calidad-, esté basada en la equidad: dar a cada uno lo que necesita.

Para construir desde la equidad transitando la brecha, las organizaciones de la sociedad civil (OSC) deben dejar de definirse y accionar como sector. La sociedad civil organizada no es un sector, es mucho más que eso. Es un lugar compuesto de diversos sectores. Esto la convierte en el lugar para incidir desde las brechas sociales.

La brecha de la fragmentación sectorial: la que genera aceptar que el Estado y la empresa son sectores distintos, cuando ambos deberían ser herramientas de la sociedad que deben articularse para construir el bien común en lugar del bienestar sectorial. Cuando el Estado y la empresa -e incluso las OSC- se perciben como sector, se convierten en fines y comienzan a construirse para adentro, dejando de servir como medios, cuya misión está en el afuera

La brecha del rol invertido: la que se da cuando los operadores del sistema se sienten primero dirigentes y luego ciudadanos, en lugar de asumirse como ciudadanos-dirigentes. Cuando el dirigente político deja de sentirse ciudadano, captura al Estado para ponerlo al servicio de intereses personales o sectoriales. Cuando el empresario se olvida de ser ciudadano, maximiza ganancias a costas de incumplir con la ley e ignora invertir con responsabilidad social.

La brecha que existe entre contabilizar tangibles y administrar intangibles: a diferencia del Estado, que monopoliza el capital de la representación y opera desde el poder formal, y de la empresa, que crea capital económico y acumula poder financiero, las OSC construyen capital social, que no es otra cosa que confianza. La confianza, compuesta por la combinación del marco de previsibilidad institucional y la impronta del liderazgo de sus miembros, tracciona intangibles como el voluntariado, las alianzas intersectoriales, las estrategias de comunicación en sociedad con los medios, donaciones diversificadas o, el máximo de los intangibles: el poder simbólico.

La brecha que existe entre apostar a resultados y sostener procesos: en estrategias de desarrollo sustentable, los resultados deben ser emergentes del desarrollo de un proceso, de lo contrario, las OSC se convierten en instituciones exitosas en lugar de ser herramientas de transformación. Debemos entender que sostener un proceso, también es un resultado.

Una brecha analizada por el filósofo colombiano Bernardo Toro, es la existente entre gestión pública y bien público. Una contratación pública es un bien público sólo si es transparente, porque si hay corrupción se está negando la igualdad de acceso. Un sistema de educación pública lo es tan sólo si los maestros que lo integran envían sus hijos a la escuela pública, porque si se deciden por la educación privada, se está reconociendo que la calidad exigida para todo bien público está denigrada.

La brecha que existe entre partidos políticos y uniones transitorias electorales (UTE). La recuperación de los partidos políticos no parte de la evangelización de los ciudadanos, sino de un trabajo intenso y pragmático con los afiliados para que eleven sus exigencias. Porque cuando los afiliados dejaron de exigir ideología, los partidos abandonaron la doctrina; cuando los afiliados dejaron de exigir políticas públicas, los partidos dejaron de elaborar plataformas programáticas; cuando los afiliados dejaron de exigir dirigentes de calidad, los partidos políticos quedaron reducidos a la mínima expresión de la listas sábana, deformadas en perversas alianzas para ganar elecciones.

La brecha que existe entre sistema democrático y la democratización del sistema: todos los ciudadanos tienen que acceder a la agenda de la institucionalidad, porque desde allí se resuelve la calidad de vida a nivel masivo. No hay inclusión social sin inclusión cívica.

La brecha entre lo viejo y lo nuevo: las organizaciones de la sociedad civil deberían acompañar decididamente a los dirigentes emergentes que comienzan a gestionar el Estado desde valores sociales. No sirve dejar pasar el tiempo para que se vaya lo viejo, porque lo viejo no tiene que ver con la temporalidad sino con la vigencia. Si lo público se construye con instituciones, las instituciones se construyen con hombres. No se puede construir lo nuevo con los arquitectos de lo viejo en plena vigencia.

La brecha entre incidir en el poder real y promover cambios desde el poder difuso: las organizaciones de la sociedad civil, en comparación al poder de incidencia que tienen el Estado y las empresas, poseen un muy limitado poder real. De la habilidad para construir poder difuso a partir de la operación en espacios colectivos transversales, es desde donde el escaso poder real se convierte en un poder difuso imposible de medir y de neutralizar. Las OSC no generan cambios desde su poder real sino desde su poder difuso.

La brecha entre la propia organización y los espacios colectivos se salva si logramos ver en lo colectivo la superación de la propia organización. Para ello, hay que superar otra brecha implícita que es la que existe entre la coincidencia programática de las organizaciones y la inteligencia emocional de sus miembros. Sólo la inteligencia emocional de lo que cada uno resigna en pos del otro, permite construir alianzas.

En síntesis, se construye lo público desde la sociedad civil si nos empezamos a ver como actores articulados y no como un protagonista diferenciado, como medios y no como fines, como administradores de intangibles y no como poseedores de tangibles, como constructores de un capital social basado en la equidad, como gestores de cambio desde el poder difuso y, sobre todo, construimos e incidimos en lo público si nos asumimos como lugar y no como sector; si trabajamos por achicar la brecha y no para agrandarnos como organizaciones. Construir sociedad desde la brecha, ese lugar que habita la gran mayoría de la gente, la que excluye el mercado y la que ignora el Estado.