Equidad
La equidad viene del latín aequitas, de aequus, que quiere decir igual. Tiene una connotación de justicia e igualdad social con responsabilidad y valoración de la individualidad, buscando un equilibrio entre las dos cosas. La equidad es lo justo en plenitud y debe darse en lo laboral, étnico, social, y de género.
El filósofo Aristóteles sostiene que la equidad es la justicia aplicada al caso concreto. Al respecto afirma que, muchas veces de la rigurosa aplicación de una norma a los casos típicos que ella regula pueden producirse efectos injustos. Por ello, se hace necesario que en el Derecho se atenúen los efectos perniciosos del tenor literal de una ley. Esto es lo que los romanos graficaban en la máxima "Summum Ius, Summa Injuria", que significa que de la aplicación del máximo rigor de la ley, a veces pueden surgir consecuencias injustas.
Por lo tanto, dentro de la definición de este principio encontramos referencias a lo justo, a la justicia. Sin embargo, justicia y equidad son dos conceptos distintos, que están estrechamente relacionados y se complementan. La justicia es universal, pero no siempre puede tener en cuenta los casos concretos en su aplicación. Tomando como referencia la ley como medida de la justicia, la equidad estaría ahí para corregir la omisión o el error producido por la aplicación rigorista de la misma.
La equidad introduce un principio ético o de justicia en la igualdad. En definitiva, nos obliga a plantearnos los objetivos que debemos conseguir para avanzar hacia una sociedad más justa. Una sociedad que aplique la igualdad de manera absoluta será una sociedad injusta, ya que no tendrá en cuenta las diferencias existentes entre personas y grupos. Y, al mismo tiempo, una sociedad donde las personas no se reconocen como iguales, tampoco podrá ser justa.
Hoy en día, el aumento de las desigualdades en el acceso de los países y las personas al uso y disfrute de los recursos, lleva a plantear los objetivos de equidad como sustanciales al desarrollo.