Pluralidad, pluralismo, aceptación, reconocimiento y tolerancia
Pluralidad
Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra pluralidad refiere a una “multitud o número grande de algunas cosas” y también a la cualidad o condición de ser más de uno.
La pluralidad es indispensable para la libertad y viceversa; es decir, ambas se nutren y se retroalimentan de la otra y en cierto punto, no pueden concebirse por separado.
Si hay pluralidad es porque se goza de libertad. En un contexto de libertad plena, todos podrán opinar acerca de un tema. Incluso aquellos que no constituyen per se una mayoría, tendrán la posibilidad de expresarse y de ser escuchados en igualdad de condiciones.
En la variedad y en la diversidad de posturas es que se podrá llegar a la resolución de problemáticas, porque esa pluralidad de pensamientos terminará siempre impactando en el resultado final, en las conclusiones, generando que cada postura termine teniendo su representación, su voz y su voto, como popularmente se dice.
El sistema de gobierno democrático es, sin dudas, el que mejor expone y representa la pluralidad porque se basa precisamente en la armónica convivencia de ideas totalmente diferentes entre sí. Se tolera y acepta que hay otro que no piensa igual y no por ello hay que descalificarlo o reprimirlo, como sí sucede con los sistemas de gobierno totalitarios.
La tolerancia, el diálogo y el respeto son los valores más trascendentes que podemos reconocer en un marco de pluralidad. Porque los diferentes no solamente conviven sino que pueden interactuar sin que el otro los obligue a que piensen como él. Incluso desde posturas diversas puede llegar a coincidir en cómo resolver alguna cuestión que los atañe.
La democracia también promueve que sean cada vez más los grupos que marcan diferencias entre sí, para que de esta manera la democracia sea aún más auténtica.
Cuanta mayor heterogeneidad prime en el sistema político y en la sociedad, los ciudadanos de esa comunidad podrán sentirse más tranquilos, porque seguramente sus intereses estarán expresados y representados por alguien.
A instancias de un contexto político o de alguna organización social con fines solidarios fundamentada en preceptos democráticos, el concepto de pluralidad debe aplicarse a los procesos de fortalecimiento y desarrollo de dicha organización. Esto refiere y supone la tendencia al reconocimiento y el permiso que todas las voces integrantes o parte puedan tener voz y voto en todo lo que respecta a su funcionamiento; especialmente para que el sea el correcto y siempre de buenos resultados, algo que seguramente tendrá más chances de producirse cuando todos los integrantes que componen la organización pueden participar activamente y dar sus puntos de vista, aún siendo diferentes, porque de esa variedad es de donde y casi siempre se sacan los mejores frutos y réditos.
Por otra parte, en términos de una sociedad o de una comunidad, la pluralidad será entendida como el hecho que puedan existir y coexistir en ella minorías y mayorías de grupos étnicos culturales que se diferencian entre sí, pero que en cierto punto se unen por vivir en el mismo lugar. Y será esta diferencia lo que enriquezca, en definitiva, a esa sociedad.
Pluralismo
El término pluralismo es un concepto que tiene presencia en varios ámbitos de la vida de los seres humanos como la política, la religión y la filosofía, entre otros. Se encuentra, además, íntimamente ligado a cuestiones como la pluralidad y la armónica convivencia de cosas muy diferentes entre sí. De modo que el pluralismo es un sistema que acepta, tolera y reconoce las diferentes posiciones o pensamientos que puedan surgir en la discusión sobre algún tópico en particular.
En lo estrictamente político, la existencia del pluralismo en este ámbito implicará la participación y convivencia de diferentes ideas políticas y grupos sociales en la vida democrática de una nación.
Cuando en la vida política de una comunidad existe de hecho el pluralismo, los diversos sectores, aun proponiendo diferentes ideas, no solamente formarán parte del proceso electoral, sino que además participarán activamente en la toma de decisiones de un gobierno respecto de un tema de interés social.
Un gobierno que sostiene firmemente entre sus bases el pluralismo, promoverá la heterogeneidad social, cultural, étnica, religiosa e ideológica. Es decir, jamás, jactándose de ser un gobierno plural, podrá este ejercer la representación monopólica de un solo sector de la sociedad. El diálogo y el debate entre todos los diferentes actores sociales deben ser las condiciones sine qua non que el pluralismo debe respetar, en orden a ampliar la base del poder.
Por otra parte, y a instancias de la filosofía, el pluralismo resulta ser más que nada una posición metafísica que sostiene que la totalidad del mundo se encuentra compuesta por realidades independientes e interrelacionadas. En este sentido, pluralismo se opone al monismo, que defiende que la realidad es una sola.
El problema del pluralismo surge cuando hay una incompatibilidad de visiones del mundo muy diversas y, al mismo tiempo, se ven forzadas por las diferentes formas de coexistir y velar por la mutua supervivencia.
Como abordaje para resolución de conflictos, el pluralismo comienza con el reconocimiento del otro, lo que implica la propia identidad. Es decir, considerar al otro como fuente de comprensión y no solamente como término de inteligibilidad.
El pluralismo no necesita ser resuelto por el mantenimiento de una postura unitaria. Cada grupo humano tiene su propio sistema de coherencia, uniformidad y armonía. No significa, por lo tanto, que reconocemos muchos modos diferentes de hacer, pensar y sentir (pluralidad) sino que detectamos muchas formas que no podemos reconocer como los únicos modos de alcanzar un objetivo o deshacer las cosas. El antagonismo sólo se da por ignorancia de una de las partes o de ambas. Cuando se busca la verdad aparecen la convergencia y la voluntad para encontrar soluciones.
Aceptación
Con origen en el término latino acceptatio, el concepto de aceptación hace referencia a la acción y efecto de aceptar. Este verbo, a su vez, está relacionado con aprobar, dar por bueno o recibir algo de forma voluntaria y sin oposición.
En el ámbito del derecho, la aceptación es el acto mediante el cual se asume una orden de pago que aparece contenida en un cheque o letra de cambio. Por otra parte, la aceptación de la herencia es el acto, ya sea expreso o táctico, por el cual el heredero asume los derechos, bienes y cargas de su herencia.
La idea de aceptación aparece también muy vinculada a la psicología y la autoayuda. En este sentido, el concepto refiere a que una persona aprenda a vivir con sus errores; es decir, que acepte su pasado. De esta manera, podrá encarar el futuro con una nueva perspectiva y aprovechar las oportunidades que le brinda la vida.
La aceptación puede estar dirigida asimismo hacia otras personas, con un sentido similar: aceptar sus errores y sus equivocaciones, privilegiando lo bueno por sobre aquellas cuestiones que generan dolor. Se suele distinguir entre aceptar las ideas de otro y compartirlas: en el primer caso, no es necesario estar de acuerdo; por otro lado, compartir indica claramente que se piensa del mismo modo.
Con respecto a esta última acepción, el término tolerancia suele tener un uso similar, y existe en torno a este uso una fina capa muy negativa que normalmente se ignora. Sobre todo en temas relacionados con la sexualidad y la religión, la aceptación parece ser sinónimo de reprimir la agresión que provocan las diferencias para alcanzar una convivencia pacífica, opuesto a un verdadero entendimiento de la riqueza que representa la diversidad.
Respeto y reconocimiento
El respeto (del latín respectus, "atención” o “consideración”) es “la consideración y valoración especial que se le tiene a alguien o a algo, al que se le reconoce valor social o especial diferencia”. Muchas formas de respeto se basan en la relación de reciprocidad (respeto mutuo, reconocimiento mutuo, etc.). Sin embargo, en lo que se refiere al respeto de las personas hacia objetos, costumbres e instituciones sociales, se fundamentan en otras consideraciones diferentes de la reciprocidad.
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), entre otros significados, el respeto está relacionado con la veneración o el acatamiento que se hace a alguien, e incluye miramiento, consideración y diferencia.
Tradicionalmente se considera que las muestras de respeto están relacionadas con cuestiones morales y éticas, aunque en algunos casos tienen que ver con cuestiones legales y culturales. El término respeto aparece en diversas disciplinas como la filosofía política y otras ciencias sociales como la antropología, la sociología y la psicología.
El respeto en las relaciones interpersonales comienza en el individuo, en el reconocimiento del mismo como entidad única, que necesita y quiere comprender al otro.
Respeto por las personas
Entre los pensadores, la afirmación que ha alcanzado más peso o influencia es la incluida en la filosofía de Kant, que dice que a todas las personas se les debe respeto por el simple hecho de ser personas, o dicho de otra forma, por ser seres racionales libres.
Respeto como virtud moral
El respeto es una de las virtudes morales. Una virtud es una cualidad positiva, que se asocia a la integridad. Más específicamente, las virtudes morales son comportamientos que se consideran beneficiosos para el bien común. La moral es una forma de control social que facilita la convivencia de individuos con diferentes intereses, impulsos y deseos.
Reconocimiento
Reconocimiento es la acción de distinguir a una cosa, una persona o una institución entre las demás como consecuencia de sus características y rasgos.
En el campo de la filosofía social y práctica, está actualmente asociado con el proyecto del filósofo y sociólogo alemán Alex Honneth, de revitalizar la teoría crítica por medio de una teoría del reconocimiento o teoría del reconocimiento recíproco, cuyo primer bosquejo fue esbozado en su obra “La lucha por el reconocimiento” (edición original alemana de 1992, traducción al castellano de 1997).
El trabajo de Honneth consiste en articular la dimensión descriptiva de una teoría del reconocimiento con la descripción prescriptiva de una teoría moral. Para ello, se apoya en la premisa antropológica esbozada por el filósofo alemán Johann Gottlieb Fichte, según la cual “el hombre solamente es hombre entre los hombres”, es decir que la relación práctica consigo se constituye en una relación con el otro. El reconocimiento fue inicialmente tratado por Hegel en su libro “Fenomenología del espíritu”.
Tolerancia
La tolerancia, del latín tolerare (sostener, soportar), define el grado de aceptación frente a un elemento contrario a una regla moral.
La tolerancia social en las sociedades modernas se defiende penalmente y busca el respeto de los derechos y los intereses de todas las personas, con independencia de sus circunstancias individuales, para la coexistencia pacífica.
A nivel individual, es la capacidad de aceptación de una situación, o de otra persona o grupo considerado diferente. Es también la actitud que una persona adopta respecto de aquello que es diferente de sus valores, y la aceptación de una situación injusta en contra de los intereses propios o en contra de los intereses de terceras personas. Es también la capacidad de escuchar y aceptar a los demás.
Este comportamiento social se ha dado en todas las épocas de la humanidad y en todos los lugares del mundo como un medio para la coexistencia pacífica. Los valores o normas son establecidos por la sociedad o grupo que cuenta con el poder político y el control social, que establece el respeto o la persecución de la persona o grupo considerado diferente o problemático. En este contexto, es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Históricamente, la primera noción en el sentido contemporáneo de tolerancia es la defendida por John Locke en su “Carta sobre la tolerancia”, que es definida por la fórmula "dejad de combatir lo que no se puede cambiar". Desde un punto de vista social, permite aquello que es contrario a la moral o a la ética del grupo con el control social. Permite también desigualdades y diferencias dentro de la sociedad. Se trata, principalmente, de un comportamiento frente a una situación que se juzga mala, pero que se acepta porque no se puede hacer otra cosa o se considera la más conveniente.
El respeto al individuo y a sus ideas interviene solamente a partir del momento en que no se puede convocar el poder público contra su manera de actuar, y este respeto aparece globalmente a partir de 1948 y de la declaración universal de los derechos humanos. En este marco, la tolerancia no es un valor individual, sino un dinamismo que evoluciona entre la recepción de la regla y la aptitud del poder para hacer que se respete la misma.
Esta noción de tolerancia depende pues de la manera en que el poder concibe su relación con la verdad y de los medios que está dispuesto a invertir para hacer valer esta concepción.
John Stuart Mill escribió la que podría considerarse una de las mejores defensas de la tolerancia y la libertad de pensamiento que jamás se hayan hecho. Se trata del ya clásico escrito “Sobre la libertad”, elaborado en 1859.
En la introducción, afirma Mill que, al escribir esta obra, lo mueve la pretensión de ocuparse de la libertad en su sentido político, es decir, de los límites que se han de poner al poder de la sociedad sobre el individuo. Esta es una pretensión, nos dice, que se ha tenido en todas las épocas: desde los tiempos en los que era necesario protegerse de los excesos de una tiranía, hasta aquellos en los que es la mayoría, en un gobierno democrático, quien ejerce su opresión. Esto es así porque no siempre quien gobierna representa verdaderamente al pueblo gobernado.
El planteamiento de Mill para justificar la tolerancia como medio de asegurar nuestro camino hacia la verdad, se basa en una triple posibilidad: “Que la opinión aceptada pueda ser falsa y, por consiguiente, alguna otra pueda ser verdadera, o que siendo verdadera sea esencial un conflicto con el error opuesto para la clara comprensión y profundo sentimiento de su verdad”. La tercera posibilidad es que ambas perspectivas tengan algo de verdaderas.
En cualquier caso, la censura de las opiniones ajenas se opone al progreso (entendiendo éste como el crecimiento de conocimientos acerca del universo y sus consecuencias práctico-morales), porque atenta contra la búsqueda racional de verdades. La verdad sólo puede develarse en un marco de tolerancia donde tengan cabida diversas perspectivas. Esto constituye una "utilidad racional o epistemológica" de la tolerancia.
Discriminación
Discriminar significa diferenciar, distinguir, separar una cosa de otra. La discriminación es una situación en la que una persona o grupo es tratado de forma desfavorable a causa de prejuicios, generalmente por pertenecer a una categoría social distinta. Es importante distinguirlo de la discriminación positiva, que supone diferenciación y reconocimiento.
La mayor parte de los países practican la discriminación contra extranjeros y otras minorías dentro de sus fronteras. Esta discriminación suele ser por razones de religión (como la existente entre protestantes y católicos o entre musulmanes y judíos), por razones de raza (como la política de apartheid que se practicó en Sudáfrica entre 1948 y 1992) o por razones de sexo (como ocurre en muchos países donde las mujeres tienen derechos muy limitados, o se discrimina a las personas homosexuales).
Discriminación en el derecho
La legislación de cada país debería ser el medio para combatir la discriminación, pero con frecuencia son precisamente estas leyes las que, de forma activa o pasiva, alientan las prácticas discriminatorias. Por lo general, se ha observado que la discriminación aumenta de forma considerable en períodos de recesión económica, cuando la población vuelca su insatisfacción sobre otros grupos étnicos o religiosos, considerados como presuntos causantes de esta situación.
Los esfuerzos internacionales para combatir la discriminación han sido casi inexistentes hasta la aprobación de la Carta de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. Uno de los objetivos de este documento era fomentar "el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los individuos sin distinción de raza, sexo, idioma o religión".
Aunque en general la palabra discriminación significa “la acción y efecto de separar o distinguir unas cosas de otras”, en términos de Derecho, el concepto de discriminación hace referencia al trato de inferioridad dado a una persona o grupo de personas por los motivos antes citados: raciales, religiosos, políticos, de sexo, de filiación o ideológicos, entre otros.
Ha sido tradicional la desigual consideración de los hijos según fuera su origen matrimonial o extramatrimonial. Así, los segundos tenían menos derechos en la herencia de sus progenitores que los hijos habidos en matrimonio. También, en el ámbito laboral, es reseñable el trato discriminatorio que sufren las mujeres, porque el costo que para las empresas supone contratar a una mujer, en especial si está casada, es mayor si se tiene en cuenta una posible licencia por maternidad.
Es célebre el caso que protagonizaron en Francia, hace décadas, las auxiliares de vuelo de la compañía aérea Air France: la discriminación venía dada no por la condición de mujer, sino por la de ser mujer casada.
La política oficial de apartheid fue abolida en la República Sudafricana, en lo cual tuvo un protagonismo indudable el dirigente Nelson Mandela, además de las presiones internacionales generalizadas. A pesar de todo, en los últimos tiempos han recrudecido las prácticas racistas o xenófobas en los países occidentales (skin heads o “cabezas rapadas”, grupos neonazis, entre otros), y de una manera alarmante en algunos países árabes (Argelia, Irán, Egipto). En estos últimos, ya con serias implicaciones religiosas.
Las Constituciones modernas prohíben la discriminación a partir de la proclamación de la igualdad de los ciudadanos ante la Ley. Es más, uno de los llamados derechos fundamentales es precisamente la no-discriminación. En la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948 este derecho se encuentra reconocido expresamente.
No son pocas las legislaciones penales que consideran delito la práctica del funcionario público o del particular que desempeña un servicio público que deniega a una persona una prestación a la que tiene derecho.
Desde otro punto de vista, el Derecho del comercio utiliza el término discriminación para referirse al trato desigual que se puede conferir según sea el cliente un consumidor, un profesional o un proveedor.
Las raíces de la discriminación
No cabe duda de que el racismo y la xenofobia son problemas graves que en la actualidad afectan al mundo entero. Pero si el racismo es discriminación por raza y xenofobia es discriminación por nacionalidad, el debate obligado será sobre la discriminación.
Lo cierto es que el hecho existe desde mucho antes de que la palabra se crease. Esquemáticamente, se puede sostener que la discriminación es una conducta sistemáticamente injusta que se ejerce contra un grupo humano determinado.
Discriminar a un grupo social significa privarlo de los mismos derechos que disfrutan otros grupos sociales: si se prohíbe al negro utilizar el mismo autobús que un blanco, se tratará de discriminación por raza; si se organiza la sociedad de modo que los cargos de responsabilidad sean ocupados por varones, estaremos ante la discriminación por sexo; y si los ciudadanos de determinados países viven en el lujo y la opulencia mientras los de otras regiones lo hacen en la miseria y mueren de hambre, esto es resultado de la discriminación económica internacional. Hay un sinfín de formas de discriminación.
La discriminación es un fenómeno de relaciones intergrupales, de relaciones entre diversos grupos sociales, y tiene sus raíces en la opinión que un grupo tiene sobre otro. Los grupos en cuestión pueden ser parte interna de otra sociedad mayor (mujeres, ancianos, pobres, homosexuales, etc.), o pueden ser un elemento externo (extranjeros, emigrantes, etc.).
Por lo general, la mente humana prefiere pensar por medio de estereotipos, categorías y prejuicios, que conducen al hecho discriminatorio cuando se aplican esas opiniones estereotipadas a otros grupos. Es importante, por lo tanto, investigar los orígenes de las opiniones que un grupo tiene sobre otro, la imagen de grupo, ya sea de organizaciones (iglesia, ejército), colectivos (seguidores de equipos) o categorías sociales (mujeres, varones, niños, ancianos), sin olvidar la imagen que el propio grupo tiene de sí mismo, es decir, la autoimagen.
El tema tiene que ver, en última instancia, con la convivencia. Quien se arroga el derecho a discriminar, no sólo deteriora la convivencia, sino que se hace acreedor a ser víctima de discriminación por parte de otros grupos, porque el hecho discriminatorio impregna la vida cotidiana, como hemos visto ocasionalmente en tantos comentarios "de pasada", en que no se deja en muy buen lugar a los que no comulgan con los planteamientos generalmente aceptados por todos.
Tipos de discriminación
• Racismo y xenofobia.
• Homofobia o rechazo a las orientaciones sexuales distintas a las mayoritarias.
• Discriminación a personas discapacitadas o enfermos.
• Discriminación a las mujeres (machismo).
• Diferenciación según el estrato social.
• Discriminación religiosa.
• Discriminación positiva.
Racismo y xenofobia: El racismo es una teoría fundamentada en el prejuicio según el cual, hay razas humanas que presentan diferencias biológicas que justifican relaciones de dominio entre ellas, así como comportamientos de rechazo o agresión. El término 'racismo' se aplica tanto a esta doctrina como al comportamiento inspirado en ella y se relaciona frecuentemente con la xenofobia (odio a los extranjeros) y la segregación social, que son sus manifestaciones más evidentes.
A principios del siglo XX tuvo lugar una toma de conciencia internacional sobre el fenómeno del racismo. Los procesos de Nuremberg a los criminales de guerra nazis crearon una situación psicológica y política decisiva en la voluntad de las naciones para erradicar el racismo. Sin embargo, en la sociedad actual, a pesar de las exhortaciones de los organismos internacionales y especialmente de los acuerdos alcanzados respecto a los derechos de las minorías y de las personas, aún perduran numerosas formas de racismo.
El apartheid en África del Sur ha ignorado estos acuerdos sistemáticamente hasta 1990. La masacre de la minoría tutsi en Ruanda, en 1993, y la “limpieza étnica” emprendida por los serbios en la antigua Yugoslavia a partir de 1991, son claras violaciones de los acuerdos internacionales.
Aunque el racismo no se haya erradicado, la ideología en la que se basa ha sido sometida a una crítica radical durante la segunda mitad del siglo XX. La ciencia ha rechazado el concepto de raza, poniendo en evidencia su carácter subjetivo, basado en prejuicios. Antropólogos, biólogos, genetistas y sociólogos han demostrado que la noción de raza carecía de sentido en la medida en que el género humano es uno e indivisible.
Organizaciones antirracistas nacionales e internacionales luchan contra cualquier forma de discriminación. Las actitudes racistas que combaten numerosas organizaciones tienen en buena medida razones psicológicas. Se fundan en reacciones de miedo ante la diversidad y a la incomprensión de lo desconocido, que engendra sentimientos de odio y violencia. Debido a la complejidad del fenómeno, el racismo es difícil de combatir.
Homofobia: La homofobia es una enfermedad psico-social que se define por el odio a los homosexuales. La homofobia pertenece al mismo grupo que otras enfermedades parecidas, como el racismo, la xenofobia o el machismo. Este grupo de enfermedades se conoce con el nombre genérico de fascismo, y se fundamenta en el odio al otro, entendido éste como una entidad ajena y peligrosa, con valores particulares y extraños, amenazadores para la sociedad, y –lo que es peor– contagiosos.
La homofobia, como las demás variantes del fascismo, prepara siempre las condiciones del exterminio. Pasiva o activamente crea y consolida un marco de referencias agresivo contra los homosexuales, identificándolos como personas peligrosas, viciosas, ridículas, anormales, y enfermas, marcándolos con un estigma específico que es el cimiento para las acciones de violencia política (desigualdad legal), social (exclusión y escarnio públicos) o física (ataques y asesinatos).
Todo el mundo recuerda que los nazis exterminaron a varios millones de judíos; pero nadie recuerda que también exterminaron a cientos de miles de homosexuales, y que, tras la derrota nazi, muchos de ellos siguieron en prisión porque en Alemania (antes y después de la 2ª Guerra Mundial) la homosexualidad era delito.
Discriminación a discapacitados y enfermos: Los discapacitados suelen tener dificultades para ejercer para ciertas actividades, consideradas por otras personas como totalmente “normales”, como viajar en transporte público, subir escaleras o incluso utilizar ciertos electrodomésticos. Sin embargo, el mayor reto para los discapacitados ha sido convencer a la sociedad de que no son una clase aparte.
Históricamente han sido compadecidos, ignorados, denigrados e incluso ocultados en instituciones.
Hasta la segunda mitad del siglo XX fue difícil que la sociedad reconociera que los discapacitados (aparte de sus defectos específicos) tenían las mismas capacidades, necesidades e intereses que el resto de la población; por ello seguía dándoles un trato discriminatorio en aspectos importantes de la vida. Había empresarios que se resistían a dar trabajo o promocionar a discapacitados, propietarios que se negaban a alquilarles sus casas y tribunales que a veces privaban a los discapacitados de derechos básicos como los de custodia de sus hijos. En las últimas décadas esta situación ha ido mejorando gracias a cambios en la legislación, a la actitud de la población y a la lucha de los discapacitados por sus derechos como ciudadanos e individuos productivos.
Los discapacitados, en el ejercicio de sus derechos, han luchado por establecer los siguientes principios: ser evaluados por sus méritos personales, no por ideas estereotipadas sobre discapacidades; conseguir que la sociedad realice cambios que les permitan participar con más facilidad en la vida empresarial y social (facilitar el acceso con sillas de ruedas al transporte público, a edificios y a espectáculos) y, finalmente, integrarse con la población capacitada.
Discriminación a las mujeres (sexismo, machismo): El machismo es una discriminación sexual, de carácter dominante, adoptada por los hombres.
Se ha escrito profusamente sobre los devastadores efectos del machismo en nuestra sociedad, en lo referente a la discriminación contra la mujer. El hombre que ha sido educado en una cultura machista aprendió desde temprana edad a respetar, admirar o temer a otro varón tanto física como intelectualmente. Sin embargo, su "cultura" le enseñó a ver a la mujer en términos de valores o atributos físicos como instrumento de placer, objeto de exhibición y reproductora de la especie. Su admiración o atracción hacia la mujer se basa, principalmente, en una concepción biológica de la misma.
La discriminación sexual hacia las mujeres tiene un carácter histórico. A lo largo de los tiempos se observa que ha habido una gran discriminación, ya que las féminas no podían votar, ni alcanzar cargos políticos, e incluso en algunos países no podían salir a la calle sin su marido ni tener un trabajo remunerado.
El economista indio Amartya Sen ha estimado que faltan 100 millones de mujeres en el mundo, lo que equivale al volumen anual de crecimiento actual. Este déficit tan grande es probablemente el mejor indicador del que disponen los científicos sobre el alcance del sexismo en todas sus formas.
Diferenciación según el estrato social: Clase social, en sociología, es un término que indica un estrato social en una sociedad y su estatus correspondiente. El principio de organización en clases sociales es diferente del que opera en las sociedades de castas o estamentales, y choca con la ideología igualitaria asociada a la ciudadanía en los Estados de derecho.
Cada uno de estos sistemas define a las personas y a los grupos según cuatro parámetros: su procedencia, su trabajo, el tipo de personas con quienes pueden contraer matrimonio y los tipos de derechos y deberes rituales propios. Además, cada uno de estos sistemas está regido básicamente por un determinado tipo de regulación. La casta está regida por una reglamentación de tipo religioso, el Estado por una de tipo legal y el estamento por una de tipo social. La clase social se diferencia de ellas en que está regida fundamentalmente por una ordenación de tipo económico. El lenguaje cotidiano y la terminología de los medios de comunicación no coinciden con estas definiciones sociológicas.
En la mayoría de los países (y entre un país y otro) las desigualdades en cuanto a capital, ingresos, sanidad y educación son cada vez mayores. Algunos sociólogos intentan explicarlas utilizando otros atributos humanos como género, raza, religión o inteligencia, aunque este debate supone restar importancia a las terminologías o al significado de clase social. Otros autores destacan los grandes cambios que han tenido lugar a medida que la estructura de las sociedades se ha transformado gracias a los avances tecnológicos. Así, por ejemplo, las clases más desfavorecidas han podido mejorar sus condiciones de vida, en términos absolutos, al aumentar la riqueza y organizarse el Estado de bienestar.
Generalmente se define ‘clase social’ como grupo de personas situadas en condiciones similares en el mercado de trabajo. Esto significa que las clases sociales tienen un acceso distinto, y normalmente desigual, a privilegios, ventajas y oportunidades. En las sociedades actuales, por ejemplo, encontramos directores de grandes empresas con salarios muy elevados, mientras que los jubilados reciben pensiones escasas. Los hijos de los grupos con mayor poder adquisitivo van a escuelas distintas, obtienen calificaciones escolares superiores, disponen de diferentes oportunidades de trabajo o gozan de mejores condiciones de vivienda. Una de las formas más denigrantes de discriminar a una persona por considerarla social o culturalmente inferior, es la esclavitud. Un esclavo se caracteriza porque su trabajo o sus servicios se obtienen por la fuerza y su persona física es considerada como propiedad de su dueño, que dispone de él a su voluntad.
Desde los tiempos más remotos, el esclavo se definía legalmente como una mercancía que el dueño podía vender, comprar, regalar o cambiar por una deuda, sin que el esclavo pudiera ejercer ningún derecho u objeción personal o legal. A menudo existen diferencias étnicas entre el tratante de esclavos y el esclavo, ya que la esclavitud suele estar basada en un fuerte prejuicio racial según el cual el grupo étnico al que pertenece el tratante es considerado superior al de los esclavos.
Otra forma de diferenciación social se produce con la explotación del trabajador. La explotación consiste en el pago al propietario de un factor de producción (trabajo, energía) de una cantidad inferior al valor del producto. Este término puede tener dos significados básicos: el primero es el uso de bienes materiales, normalmente con un suministro fijo, para los fines establecidos por los que se realiza su manipulación, y el segundo, más negativo, es un elemento clave de la teoría marxista sobre la lucha de clases.
Discriminación religiosa: Existen numerosos casos de personas que son discriminadas por su inclinación hacia determinada religión. Sin duda, el ejemplo más trágico de esto es el genocidio realizado por la Alemania nacionalsocialista durante las décadas de 1930 y 1940 para aniquilar la población judía de Europa. Al final de la II Guerra Mundial en 1945, aproximadamente seis millones de judíos habían sido asesinados por los nazis en campos de concentración y pogromos.
El artículo 1, inciso 3º, de la Declaración Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Intolerancia y Discriminación Fundadas en la Religión o las Convicciones, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, establece que "La libertad de manifestar la propia religión o las propias convicciones estará sujeta únicamente a las limitaciones que prescriba la ley y que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral públicos o los derechos y libertades fundamentales de los demás."
Además, el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dice: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; ese derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia".
Discriminación positiva: Se trata de una política social dirigida a mejorar la calidad de vida de grupos desfavorecidos, proporcionándoles la oportunidad de conseguir alimentos y de disponer de derechos civiles.
Este concepto fue utilizado, por ejemplo, en las décadas de 1960 y 1970 en Gran Bretaña para definir las áreas prioritarias de educación. Su equivalente en Estados Unidos es la disposición de intercambiar niños entre áreas escolares con el fin de favorecer una mayor mezcla étnica en las escuelas.
Ambos términos surgieron al intentar las democracias parlamentarias liberales crear un área de juego con igualdad de oportunidades para todos los grupos, con independencia de sus desventajas históricas o de explotación. Los programas están especialmente concebidos para eliminar el racismo, el sexismo y la discriminación contra las personas mayores y los discapacitados.
El objetivo de estos movimientos es combatir cualquier estatus o característica que tradicionalmente ha justificado un tratamiento desigual, promoviendo los derechos y privilegios del grupo desfavorecido en cuestión. La teoría subyacente es que si, a través de acciones tales como el trato preferencial a la hora de conceder un trabajo, se consigue que el grupo desfavorecido comience a ser respetado, se podrán ir retirando de forma paulatina las acciones oficiales y se establecerá una igualdad de oportunidades o, en el caso ideal, una igualdad de resultados.