Cambio de paradigma y creación de valor
“Paradigma es una cosmovisión, un conjunto de experiencias, creencias y valores, que afectan tanto al individuo como a la sociedad en la forma en la que perciben la realidad y prevalece en el contexto histórico del momento”.
Sin duda, estamos transitando un cambio de paradigma.
A 100 años de la gran promesa de la Revolución Industrial con su lema “progreso para todos” podemos afirmar que, a nivel global, esa promesa no se cumplió.
Un porcentaje muy alto de la población del mundo vive con menos de tres dólares por día, lo que la sume en altos niveles de pobreza, indigencia y miserabilidad. El ser humano se enfrenta hoy a una nueva realidad: el actual modelo de producción y acumulación de riqueza económica no es un modelo exportable.
En principio porque para seguir consumiendo los recursos naturales al ritmo al cual las sociedades más avanzadas lo venimos haciendo hasta hoy, no alcanzan cinco planetas Tierra. Este cambio de paradigma de la “administración de la escasez” a la “administración de la finitud” nos sumerge en una enorme disrupción, ya que no disponemos de los conocimientos para poder enfrentar esta crisis. Por su parte, el fracaso de la promesa de progreso está provocando una enorme fractura en el pacto social, que a nivel global se profundiza y agranda cada día más.
Son muchos los signos y síntomas que dan cuenta de este quiebre y transición. Existen evidencias económicas tales como fallas en los mercados para las cuales no se encuentran soluciones, y nuevas exigencias por parte de la sociedad respecto de formas responsables de consumo y producción que aún no se han definido. Por su parte, fenómenos como la globalización y la hiperconectividad a través de las redes, generan movilizaciones sociales capaces de jaquear tanto a gobiernos como a empresas, organizaciones e instituciones.
A esto se suman las sucesivas y cada vez más frecuentes crisis ambientales producidas por cambios dramáticos en los patrones climáticos, tornados y huracanes, sequías e inundaciones inesperadas, que obligan a miles de personas a transformarse en refugiados ambientales y abandonar sus hábitats naturales por causas de fuerza mayor, sin contar con protección de ningún orden normativo a nivel global.
Este encadenamiento de crisis económicas, sociales y ambientales nos enfrentan a un problema de mayor magnitud: la falta de líderes que puedan trazar el camino hacia la sostenibilidad y la regeneración, entendida como aquel proceso que atiende las necesidades de las generaciones actuales sin sacrificar el capital natural, tomando en consideración las necesidades de las generaciones futuras.
La sostenibilidad y la regeneración se constituyen como un nuevo paradigma que nos permite aproximarnos a la realidad desde un abordaje holístico, en el que el hombre deberá pensarse formando parte de los ecosistemas y fomentando e impulsando la creación de valor, tanto a nivel económico como público, político, social, ambiental y ecoespiritual.
Esto nos obliga a pensar en la creación de un nuevo modelo de gestión basado en la sustentabilidad, que será el resultado de sumar a la tradicional gestión por objetivos (basada en la eficiencia y la eficacia con el fin de maximizar los resultados), la gestión por subjetivos (que implica alcanzar las metas y los objetivos a través de sumarle al proceso de toma de decisiones valores éticos, morales, intelectuales, ciudadanos y espirituales). Mientras que la gestión por objetivos está relacionada con el qué, la gestión por subjetivos está vinculada con el cómo. La suma de estas dos dimensiones da como resultado un modelo de gestión sostenible, que incide y se manifiesta tanto en lo económico, como en lo político, social y ambiental.
La gestión sostenible incorpora en su proceso de toma de decisiones los valores y principios tradicionales, y suma también otros valores ciudadanos tales como la gestión y conservación de los bienes naturales, el respeto por la capacidad de carga de los ecosistemas, la mirada de largo plazo, la valoración de la diversidad, el respeto por la singularidad, el diálogo, la transversalidad, la gobernabilidad democrática y el estado de derecho, la participación ciudadana, la democratización de las organizaciones, el codiseño y la cogestión, la corresponsabilidad y la interdependencia, la solidaridad, la solicitud y la reciprocidad, la legitimidad, la transparencia, el libre acceso a la información, la rendición de cuentas, la medición de impacto, la inclusión social y digital, la igualdad de acceso a las oportunidades, la equidad, la horizontalidad del poder, la construcción de capital social, la autogestión y la autorregulación, la responsabilidad social de las organizaciones, la economía social de mercado, la ecoeficiencia, el comercio justo, el consumo responsable, la prevención, la ética del cuidado y la cultura de paz, entre otros.
El objetivo final del diseño e implementación de estos modelos de creación de valor será fomentar nuevas formas sostenibles de desarrollo humano para construir sociedades sustentables, basadas en un método de organización social y política que le permita a todas las personas y a los seres vivos tener una existencia digna. Esto demandará a su vez idear nuevos modelos basados en la sostenibilidad y la regeneración, que nos permitan aprender a administrar la finitud y evolucionar de un sistema de producción extractivo hacia un modelo de producción regenerativo, y de esa forma alcanzar una mejor la calidad de vida para todos.
Se plantean así dos dilemas:
El primer dilema, al que llamamos “de la crisis de destrucción de valor a la construcción de valor”, responde a los desafíos con los que nos enfrenta el sistema económico actual conocido como “capitalismo salvaje”. Este sistema se basa en la falacia de que un crecimiento económico infinito es posible. Pero a partir del conocimiento que tenemos acerca de los límites planetarios, sabemos ya que este crecimiento exponencial es insostenible. Por ello, se empieza a comprender que las externalidades propias del modelo, tanto ambientales como sociales –que siempre son negativas– ya no son plausibles de seguir siendo absorbidas por el sistema Vida. Esto requiere volver a pensar los modelos de valuación de los recursos y las reservas planetarias, como también los modelos de funcionamiento de las sociedades en torno a los derechos de la naturaleza, los derechos humanos y la dignidad, definiendo claramente las responsabilidades compartidas y diferenciales de cada actor, sean estos gobernantes, dirigentes, líderes sociales, empresarios o ciudadanos.
El segundo dilema, al que llamamos “del holoceno al antropoceno”, nuevamente nos da una oportunidad como humanidad y nos abre la puerta a la esperanza. La influencia del hombre sobre el planeta se ha vuelto tan crucial y determinante, que estamos ingresando en una nueva era en la que el gran desafío será utilizar esta influencia de manera positiva. Gracias al desarrollo tecnológico y la ciencia aplicada, el hombre está en condiciones de promover un desarrollo humano integral que también incluya el cuidado y la protección de la biodiversidad de los ecosistemas.
El paradigma de la sustentabilidad y la regeneración es por lo tanto una oportunidad única y singular para evangelizar a una ciudadanía globalizada, que espera de sus líderes una respuesta efectiva y verdadera a los problemas y desafíos que nos enfrenta esta nueva era.
Conclusión
El gran desafío actual de la humanidad es cambiar la visión nihilista e individualista del hombre por una visión ecosistémica y cooperativa, y acordar nuevos modelos de comportamiento y vincularidad que incorporen en su accionar los valores de libertad, solidaridad, equidad y justicia, que nos permitan transitar el camino hacia formas sostenibles de desarrollo humano para sociedades sostenibles en un marco de dignidad y una cultura de paz.