Principio de subsidiariedad
De acuerdo con la definición de la RAE, la subsidiariedad tiene que ver con la acción de enviar socorro o auxilio a alguien. Subsidiario es un término que procede etimológicamente del latín “subsidiarius”, aplicándose este calificativo a todo aquello que aparece como auxilio de otra cosa o hecho, que reviste el carácter de principal.
Otras definiciones del principio de subsidiariedad las encontramos en el criterio que pretende reducir la acción del Estado a lo que la sociedad civil no puede alcanzar por sí misma. En este sentido, el principio de subsidiariedad es sobre todo un principio de competencia que señala qué nivel jerárquico está habilitado para actuar en determinados casos. Así, cuando los ciudadanos pueden alcanzar adecuadamente sus fines, las autoridades estatales son incompetentes para entrometerse en sus asuntos. Por lo tanto, el asunto debe ser resuelto por la autoridad (normativa, política o económica) más próxima al objeto del problema.
El "principio de subsidiariedad" es uno de los principios sobre los que se sustenta la Unión Europea, según quedó establecido por el Tratado de Maastricht, firmado el 7 de febrero de 1992 y después conocido como Tratado de la Unión Europea. Su actual formulación quedó plasmada en el Artículo 5, modificada por el Tratado de Lisboa desde el 1 de diciembre de 2009. Un análisis descriptivo de este principio puede encontrarse en el Protocolo No. 2 sobre la aplicación de los principios de subsidiariedad y proporcionalidad, anexo al tratado. Este principio tiene sus raíces teóricas en la doctrina social de la Iglesia católica, según el cual a cada una de las partes que componen el cuerpo social se le deben reconocer y respetar sus derechos, sin que sea lícito sustraérselos y atribuirlos a otras instancias, pero en su aplicación se ha independizado en gran parte de ella y es empleada en el derecho para justificar la abstención de regulación.
Subsidiariedad es una palabra anterior a toda buena comunidad y sociedad. Es esencialmente una indicación del orden y las prioridades de acción cuando se necesita más de una intervención para gestionar un problema y los actores se encuentran a diferentes distancias del problema a resolver. La recomendación del principio de subsidiariedad es en realidad simple: el primero que debe actuar y ser escuchado es el que más cerca está del problema, y todos los demás actores sólo deben intervenir después, para ayudar (en "subsidio") al que está más cerca de la situación a gestionar.
Las aplicaciones más conocidas del principio de subsidiariedad son las políticas (verticales y horizontales), tan conocidas que terminamos olvidando que la subsidiariedad tiene un alcance mucho más amplio.
El origen de la subsidiariedad se encuentra principalmente en el pensamiento de Aristóteles y después en Santo Tomás de Aquino. Pero la subsidiariedad se encuentra ya en la Biblia, donde el primero en aplicarla es Dios mismo en sus relaciones con los hombres y mujeres. Porque no se sustituye a sus responsabilidades, sino que los "ayuda" (subsidia) a realizar su vocación, y luego se aparta, calla, se retrae (tzimtzum), se retira, sale de escena; éste es también el sentido del "séptimo día" de la creación y del shabbat. Es el Dios de la "segunda línea", del "último recurso", que interviene sólo después de que nosotros hayamos hecho nuestra parte para resolver nuestros problemas.Tanto es así que en algunos libros bíblicos, la acción directa de Dios está casi ausente, para dejar sitio a la de los hombres y más todavía a la de las mujeres. En la subsidiariedad, de hecho, hay algo femenino. El Dios de la Biblia nos acompaña sin ocupar nuestro lugar, porque, a diferencia de los ídolos, no abusa de su poder sino que lo usa de forma subsidiaria.