Equidad intergeneracional

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El principio de equidad intergeneracional supone que debemos entregar a las generaciones venideras un mundo que desde la estabilidad ambiental les brinde las mismas oportunidades de desarrollo que tuvimos nosotros. Este principio tiene relación directa con la base ética del orden ambiental, la solidaridad y su paradigma.

Pero, ¿la generación actual tiene obligaciones en cuanto a la protección del medioambiente para las generaciones futuras? o ¿éstas también tienen derechos? Los deberes no siempre están ligados a derechos, pero los derechos siempre lo están a deberes. El argumento en contra de los derechos de las generaciones futuras es que los derechos sólo existen cuando hay unos intereses reconocibles, y esto sólo es posible si se identifica a individuos que tengan intereses que proteger. Puesto que no se pueden identificar a los individuos de las generaciones futuras, no se puede hablar de sus derechos.

Sin embargo, esos derechos pueden ser considerados como colectivos y no como individuales. Los derechos existen sea cual sea el número y la identidad de los individuos que componen cada generación. Cuando las generaciones futuras toman cuerpo, sus miembros adquieren el derecho a utilizar la Tierra y a beneficiarse de ella, y la obligación de cuidar de ella para sus contemporáneos y para quienes les sucedan. La Declaración de la UNESCO enuncia nuestra obligación de proteger el medioambiente para las generaciones futuras; no menciona los derechos de las generaciones futuras.

Otro problema se refiere a nuestra relación con la naturaleza. Se nos puede considerar de distintas maneras: como dueños de la naturaleza; como participantes en el sistema natural, con la responsabilidad de protegerlo o como colaboradores. El principio de equidad intergeneracional supone que el ser humano forma parte del medioambiente y que, en tanto que ser pensante, tiene el deber de cuidar de él para las generaciones futuras.

Esta idea se recoge en la Declaración de la UNESCO y, antes de ella, en el concepto de desarrollo sostenible, uno de los grandes temas de la Cumbre de Río de 1992, cuando la equidad intergeneracional empieza a entrar en la jurisprudencia internacional. Prueba de ello es que, en 1996, como consecuencia de una demanda de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Tribunal Internacional de Justicia señaló, en un dictamen consultivo sobre la legalidad de la amenaza del uso de armas nucleares, que el medioambiente "representa el espacio vivo, la calidad de vida y la propia salud de los seres humanos, incluidas las generaciones venideras".

El voto particular del juez Weeramantry, su vicepresidente, afirma el principio de "equidad intergeneracional" y señala que "los derechos de las generaciones futuras han superado el estado embrionario de la lucha por su reconocimiento. Han penetrado en el derecho internacional a través de importantes tratados, de dictámenes y de grandes principios jurídicos reconocidos por las naciones civilizadas".

Desde la perspectiva económica, podemos afirmar que los paradigmas económicos actuales, capitalista, socialista y los sistemas mixtos, se basan en el supuesto implícito del crecimiento económico continuo e ilimitado. Este supuesto, hace que problemas intergeneracionales, intrageneracionales, interespecies, de equidad y sustentabilidad sean ignorados o al menos pospuestos. La solución más fácil para estos problemas parecería ser el crecimiento adicional. La teoría económica convencional se refiere a una economía como sana si mantiene tasas de crecimiento continuas y altas. Los límites energéticos y de recursos que enfrenta el crecimiento, según estos paradigmas, serán eliminados por la utilización inteligente de nuevas tecnologías. La ecología política reúne a todos estos paradigmas bajo el nombre de productivistas.

Se señala a éstos como los principales impulsores del crecimiento exponencial y máximos culpables del agotamiento y degradación de los recursos naturales. Frente a esta realidad, enfrentamos la necesidad de la revisión de la teoría económica para lograr el reconocimiento del propio sistema económico como un sistema abierto a la biósfera. Este es uno de los planteamientos fundamentales de la economía ecológica.

Sin embargo, esto requeriría un salto de paradigma científico. En este sentido, un enfoque ambiental podría ser más accesible ya que se busca una ampliación y reformulación de la teoría económica existente, en especial del crecimiento económico. También se ve como fundamental la creación de criterios para tomar en cuenta las restricciones y variables impuestas por el medioambiente a cualquier economía.

Claramente, esta revisión no implica eliminar el hiato subyacente entre naturaleza y hombre presente en las teorías científicas, modelos sociales y éticos existentes. Por el contrario, lo que se plantea es la ampliación de la teoría económica tradicional del crecimiento para incluir variables y supuestos ambientales. De todas maneras, en el ámbito teórico, este desafío es grande y requiere un gran esfuerzo metodológico y epistemológico. Analizar criterios de eficiencia y equidad entre las asignaciones de recursos a las distintas generaciones para determinar las características de un modelo de desarrollo que sea sostenible.

Más información

El paradigma de la inequidad cero

Autores: Carlos March, director de InnContext-Innovando Contextos. Fundación Avina. Mora Straschnoy, socióloga. Master en Políticas Sociales.