Inteligencia colectiva
Inteligencia Colectiva
Al observar las actividades de las colonias de hormigas, los enjambres de abejas y los cardúmenes de peces, los biólogos concluyeron que existe un tipo de inteligencia producto de la actividad colectiva de los miembros de un grupo numeroso. Es la inteligencia que explica porqué una hormiga sola es poco sagaz, pero una colonia puede encontrar el camino más corto hacia la fuente de alimento, dividir roles y defender su territorio. Este concepto, que los biólogos han llamado “Inteligencia Colectiva”, se refiere a ciertas estructuras sociales autorreguladas que pueden mostrar comportamientos inteligentes en sí mismas, siendo más eficientes que sus miembros individualmente.
Según James Surowiecki, autor de La Sabiduría de las Multitudes (2004), cualquier grupo humano que siga la inteligencia de las abejas se irá haciendo cada vez más eficaz. Las condiciones para que ello suceda son:
La multitud debe ser diversa. De esa forma, cada individuo aporta diferentes piezas de información.
Tiene que estar descentralizada: nadie debe estar al mando.
Debe existir alguna forma de recabar las opiniones para llegar a un veredicto colectivo.
Los individuos deben ser independientes para que puedan valorar su propia información.
Un ejemplo paradigmático de esta forma de inteligencia es Google. Sus motores de búsqueda ordenan los resultados de acuerdo a la cantidad de vínculos entre páginas. El sistema entiende a los vínculos como votos de los usuarios, y de esa forma ubica en primer lugar no sólo a las páginas más populares, sino las que tienden a ser más confiables. Hasta 2007, gracias a este sistema, Google lidera el mercado de buscadores.
Wikipedia, la da enciclopedia gratuita y on line escrita y editada por voluntarios, es otro ejemplo de inteligencia colectiva puesta en acción. Cientos de miles de personas en diferentes partes del mundo colaboran en la creación de la mayor colección de conocimiento humano jamás conseguida.
Por su parte, Linux, el sistema operativo que representa la única competencia al Windows de Microsoft, fue creado bajo los estándares del software libre: es decir, con código abierto y mejorado por miles de programadores y usuarios de manera voluntaria.
Thomas C. Malone, del Centro para la Inteligencia Colectiva del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), explicó que, tal como se describió en el caso de los enjambres, la inteligencia colectiva no es algo nuevo. Pero las nuevas tecnologías de la información que unen a todas las computadoras del mundo permiten una profundización de este concepto nunca antes experimentada.
Mark Klein, del mismo Centro, está liderando un equipo que intenta aprovechar la inteligencia de cientos de personas dispersas en el planeta para encontrar soluciones al calentamiento global. Aunque, según advirtió Malone del MIT, “la inteligencia colectiva no es un proceso mágico ni puede ser aplicada en todos los campos”.
La hipótesis que nuclea a los entusiastas es aquella que afirma que grandes grupos de personas son más inteligentes que una reducida elite. Una hipótesis que todavía está por demostrarse.
En principio, ya se sabe que la inteligencia colectiva parece funcionar con alto nivel de eficacia en los modelos predictivos. Como en las carreras de caballos, se supone que un grupo numeroso de personas brindando su mejor estimación para un hecho probable, va generar en promedio respuestas más exactas que las brindadas individualmente.
Wikis: de la herramienta a la acción
Ward Cunninham pasará a la historia como el creador de un software que permite poner en acción la inteligencia colectiva: los wikis. Tomó la palabra del idioma hawaiano, que significa “rápido” y también “Lo que yo sé es…”.
En 1995, Cunninham creó la primera versión de este sencillo código de software, que posibilita generar una página web que puede ser modificada por los miembros de un equipo de trabajo. Lo que Cunninham no pudo predecir era que esta herramienta que imaginó para la colaboración entre pequeños grupos, iba a ser utilizada de manera abierta y masiva.
Hacia el año 2000, Jimmy Wales, un ex operador financiero, estaba intentando crear la primera enciclopedia gratuita en Internet. Junto a Larry Sanger creó Nupedia y convocó a un grupo de académicos para que elaboraran voluntariamente los artículos. Pero pasaron dos años y los especialistas sólo habían finalizado 24 entradas, por lo que a fines de 2001, cuando conoció los wikis, Wales tomó la osada decisión de crear Wikipedia. Un mes después, la enciclopedia virtual ya tenía 1000 artículos, más de 500.000 en 2005 y casi 5 millones en 14 idiomas en 2007.
Desde su creación, Wikipedia se ha convertido en una vasta colección de conocimiento humano y ha generado una gran polémica entre docentes, académicos y periodistas, pero por sobre todas las cosas, es la más acabada representación de lo que la colaboración entre las personas –potenciada por Internet y herramientas sencillas– puede llegar a lograr.
La clave del éxito de esta creación colectiva responde a un fenómeno de estos tiempos: una nueva lógica de incentivos. Lo que el escritor Lev Grosman definió en un artículo para la revista Time como Altruismo Intelectual.
Software libre: innovación puertas afuera
Las herramientas que liberan el potencial de la inteligencia colectiva permiten generar nuevas formas de organización. Las empresas, las instituciones académicas, los grupos de investigación pueden evolucionar, si así lo desean, hacia un tipo de organización 2.0, donde la innovación está puertas afuera y no limitada a una elite de personas puertas adentro.
El movimiento por el software libre demuestra los alcances de estas tendencias. Linux, el sistema operativo gratuito creado por Linus Torvalds en 1992 cuando sólo tenía 21 años, fue mejorado con la ayuda de miles de programadores amateurs y profesionales. En la actualidad, es utilizado por millones de personas y empresas.
Éste es sólo un ejemplo de un movimiento que inspira y reúne a una comunidad global de personas dispuestas a donar su tiempo para aprender y crear mejores recursos de software.
El futuro de la inteligencia colectiva
Científicos de diversas disciplinas están estudiando la forma de orientar la inteligencia colectiva hacia la búsqueda de soluciones a los grandes problemas de la humanidad, desde el calentamiento global hasta el desarrollo de tratamientos para enfermedades en el presente incurables como el Alzheimer.
También son muchos los que están pensando y prediciendo la evolución de la web. Suroweicki y los teóricos de la inteligencia de los enjambres, por ejemplo, imaginan su potencial como una agregación de saberes. Sin embargo, la inteligencia colectiva puede ser pensada como algo que va más allá de la simple suma de colaboraciones. La web 2.0, considerada un paso en la evolución de la web, apunta al establecimiento de conversaciones. Nutrida por ese diálogo, la inteligencia colectiva está orientada a generar un nuevo consenso y una nueva forma de gestión del conocimiento humano. En palabras del biólogo francés Joel de Rosnay: “La interactividad, en primera instancia, no es interesante. Lo que es interesante es el uso de la interactividad para crear colectivamente, lo que denomino la ‘intercreatividad’. En ella ya no se está conectado a Internet, sino conectado a través de Internet: son los cerebros que están detrás y es esta creatividad mutua la que puede, o no, expresarse”.
Si pensamos en lo que Linux hizo por la industria del software, es natural preguntarse qué podría hacer la actividad abierta y colaborativa por la investigación de nuevas drogas y curas de enfermedades, o por las energías alternativas y los desastres atmosféricos. .
Para Tapscott, autor de Wikinomics, las investigaciones del llamado Proyecto de Genoma Humano representaron un antes y un después respecto de este tema. A mediados de los 90, cuando todos los laboratorios participaban de la fiebre por patentar las secuencias de genes del ADN, un grupo de empresas farmacéuticas tomó la histórica iniciativa de abrirse a la colaboración. En la actualidad, gracias a ello, existe un enorme banco de datos abierto que contiene las secuencias de genes decodificadas por cientos de equipos científicos.
Pero esto no siempre fue así. A mediados de los 80, organismos privados y públicos estaban privatizando secuencias de genes humanos de manera veloz, por lo que en pocos años el 20% del genoma humano era de propiedad privada, incluyendo los genes relacionados a la hepatitis C y a la diabetes. En 1995, Merck Gene Index, una alianza entre empresas privadas y organismos públicos, anunció la creación del primer banco de datos público. Muy pronto otras empresas farmacéuticas como Big Pharma hicieron lo mismo. Como apunta Tapscott, además de motivaciones filantrópicas, las empresas entendieron que su negocio era vender remedios, no la materia prima (es decir, las secuencias de ADN).
Sin embargo, los científicos advierten: “Las multitudes tienden a ser sabias sólo si los individuos actúan de manera responsable y toman sus propias decisiones. El grupo no será inteligente si sus miembros se imitan unos a otros, si siguen modas o si esperan que alguien les diga qué hacer. Cuando un grupo, ya sea de hormigas o de abogados, se comporta de manera inteligente, confía en que cada miembro hará lo que corresponde. Para quienes a veces nos preguntamos si vale la pena reciclar esa botella para disminuir el impacto sobre el planeta, la realidad es que nuestras acciones importan, aunque no logremos discernir cuánto inciden a nivel global”, escribió Peter Miller en el artículo sobre enjambres de National Geographic.
En un mundo complejo, el modelo de las abejas, los programadores de Linux o los editores de Wikipedia parece al menos brindarnos una guía sobre modos de actuar. Como dijo el biólogo Thomas Seely: “La abeja no logra ver el panorama global, como tampoco lo vemos nosotros. Ninguno de nosotros sabe lo que la sociedad necesita, pero vemos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de que la escuela necesita un voluntario, o que la iglesia necesita alguien que le corte el césped, o que podemos ayudar en una campaña política”. Desde esta perspectiva, la inteligencia colectiva es un desafío cotidiano.