Inversión Sostenible Responsable (ISR) e inversiones de impacto
La Inversión Sostenible y Responsable (ISR) es en la actualidad una filosofía de inversión que integra los criterios ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG por sus siglas en español y ESG, en inglés) en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión.
Estos inversores o fondos de inversión, que siguen criterios de ESG, son los que llamamos fondos responsables, donde los procesos de inversión combinan el análisis fundamental (es decir, tratar predecir el comportamiento del precio de un instrumento basándose en el análisis de noticias financieras, políticas, datos económicos, etc.) y la evaluación de factores ambientales, sociales y de gobierno de la empresa, para buscar, de esa manera, identificar riesgos y oportunidades, y alcanzar mejores rendimientos.
Estas inversiones que claramente deben tomar en cuenta información de carácter no financiero -es decir, aquella información cualitativa que permita evidenciar cual es la estrategia y/o el enfoque de gestión, en “términos” del Global Reporting Initiative, que la empresa está llevando adelante en materia de ESG-, describen un perfil de inversores que buscan gestionar mejor los riesgos, identificar oportunidades y rentabilidades de largo plazo. Constantemente, están evaluando cuáles son las empresas que mejor se están adaptando para enfrentar los nuevos desafíos de los mercados.
Riesgos y retos
La inversión de impacto ha crecido exponencialmente y se está posicionando como el gran vector de innovación en el mundo financiero. Sin embargo, este éxito aparente conlleva también tres riesgos que no se pueden ignorar:
- Impact washing: empresas o fondos de inversión que dicen alinearse con criterios ESG y que aprovechan la falta de estándares internacionales claros y la complejidad de encontrar datos transparentes y comparables para camuflar lo que han hecho siempre bajo una capa verde.
- Sobresimplificación: hablar de impacto sin cuestionarse la lógica subyacente a cómo tomamos decisiones empresariales. La economía de impacto es mucho más que sostenibilidad, responsabilidad social empresaria o filantropía, es una lógica económica y de gestión diferente que busca optimizar una ecuación más compleja: el trinomio rentabilidad, riesgo e impacto. La manera de abordar el análisis y la toma de decisiones es muy distinta de lo que nos han enseñado tradicionalmente las escuelas de negocio y está lejos de ser mainstream todavía.
- Abandono de los segmentos más sociales: hay mucho recorrido para desarrollar segmentos de la inversión de impacto que son quizás más arriesgados o menos rentables. Esperamos que el interés de los inversores evolucione como lo está haciendo con el capital riesgo de impacto.
En cuanto a los retos para los próximos años:
El primero de ellos es avanzar hacia la creación de unos estándares a nivel global que nos permitan clasificar, medir y comparar el impacto que estamos generando. Esto permitiría a los inversores poder comparar el impacto que podrían generar según el tipo de activos en el que inviertan, tal y como lo hacen con el riesgo y la rentabilidad. Porque no es lo mismo el trinomio de impacto-riesgo-rentabilidad que ofrece un fondo de impacto, del trinomio impacto-riesgo-rentabilidad que ofrece un fondo de ESG. Por otro lado, disponer de estos estándares comunes permitiría combatir el tan temido impact washing, debido que a las empresas e inversores les sería prácticamente imposible maquillar sus impactos.
El segundo reto es evitar entrar en la guerra de los “buenos” y los “malos”. Si queremos avanzar hacia una economía 100% de impacto es necesario el compromiso de todos los agentes económicos, incluidos los inversores y empresas convencionales, que quieren hacer una transición hacia modelos de negocio más responsables con el medio ambiente y la sociedad incorporando criterios de ESG. Y es aquí donde los inversores de impacto deben tenderles una mano, sin juicios de valor, y sin creerse moralmente superiores ya que, por el contrario, tanto la inversión ESG como la de impacto son necesarias en una economía de impacto y deben convivir.