La ley del péndulo entre conocimiento y pedagogía
Es lamentable perder los esquemas básicos y abandonar el estudio de la doctrina y pretender reemplazarlo por la vivencia personal, porque aquello que queda es un intento de pedagogía sin contenido, que nos deja en el vacío del conocimiento y en la nada.
El error de partida estuvo en abandonar el estudio en nombre de una mera experiencia vital, como si al final el tema en cuestión solo se tratara de transmitir una experiencia: ¿Qué te dice esto? ¿Qué te sugiere lo otro?, pero sin transmitir contenidos ni enseñanzas. Entonces el saber se reduce a una experiencia parcial y subjetiva.
En pos de cumplir con las leyes del mercado, la oferta se adecua a la demanda alejándose de sus propios objetivos hasta deformarse. Cuando esto sucede la oferta pierde su propia personalidad y desaparece por completo.
Tan preocupados estamos en cómo decir las cosas, que hemos olvidado prestarle la debida atención al mensaje que queremos transmitir. Y el mensaje siempre es más importante que la forma en la que se transmite (o por lo menos, igual de importante).
Una vez que se tiene en claro qué decir, después ya tendremos tiempo para definir cuáles son las formas más correctas de expresión y los canales a utitlizar para que el mensaje llegue en tiempo y forma a nuestros destinatarios.
Cuando uno no tiene en claro el qué, por mucha pasión, ilusión y pedagogía que le ponga al cómo, va a ser muy difícil enseñar.
Por desgracia, nos encontramos ante un dilema entre conocimiento y pedagogía, que sigue la ley del péndulo que va de un extremo a otro.
En unos pocos años se pasó de un aprendizaje excesivamente memorístico no suficientemente explicado, al extremo de intentar reducir el conocimento a nuevas exprerencias pedagógicas que desprecian el papel de la memoria sobre aspectos fundamentales del saber, pretendiendo transmitir actitudes que dejan de lado el conocimiento y sus reglas. Sin lugar a duda hemos caído en un error, porque sin contenidos no hay nada qué transmitir. Por lo tanto hay que fijar los contenidos primero, y después inculcar actitudes. No se puede hacer una cosa sin la otra.
En cuanto al acceso a las fuentes del conocimiento y el saber, es importante tener en cuenta que es un derecho de todos poder tener libre acceso a las fuentes originales, sin tener que ser víctimas de la desorientación de personas que, influenciadas por su ideología, pueden llegar a deformar los contenidos. Todos tenemos derecho a conocer la versión original, correcta y referente, sin que sea deformada por la mirada de alguien, ni mediatizada por una forma incorrecta o deformadora de interpretación subjetiva y personal.