Mitigación, adaptación y restauración
El propósito de la mitigación es la reducción de la vulnerabilidad, es decir, la atenuación de los daños potenciales sobre la vida y los bienes causados por un evento geológico, como un sismo o tsunami; hidrológico, como una inundación o sequía; o sanitario, como una pandemia o hambruna.
En su glosario, la Convención Marco de Naciones Unidas (CMNUCC), define a la mitigación como una intervención humana para reducir las fuentes de GEIs o aumentar los sumideros de esos gases.
De modo que se entiende también por mitigación al conjunto de medidas que se pueden tomar para contrarrestar o minimizar los impactos ambientales negativos que pudieran tener algunas intervenciones antrópicas. Estas medidas deben estar consolidadas en un plan de mitigación, el que debe formar parte del estudio de impacto ambiental.
Entre 1995 y 2004 se registraron nueve de los diez años más calurosos de la historia. Aproximadamente 600 millones de personas sufren actualmente de desnutrición debido al colapso de los sistemas agrícolas como consecuencia del aumento de las temperaturas, una mayor exposición a la sequía y una pluviosidad errática. Por eso, abordar este problema resulta clave para reducir la pobreza. La estabilización dependerá del éxito de diversas medidas de mitigación.
Aunque evaluar los instrumentos de mitigación es problemático, esto permite medir factores como la efectividad medioambiental o la eficiencia de costos. Por ejemplo, la implementación de reglamentos y de ciertos impuestos e incentivos financieros ha logrado reducir las emisiones globales de CO2. En contraste, la aplicación de permisos negociables y acuerdos voluntarios no lo han conseguido. Existen también otros instrumentos cuyo impacto aún no ha sido evaluado, como las campañas de información, o el apoyo financiero a investigación y desarrollo. Más allá de esto, es importante realizar un análisis costo-beneficio de cada instrumento para poder evaluarlos en detalle.
Mitigación del cambio climático
La mitigación del cambio climático es el conjunto de acciones destinadas a disminuir la intensidad del forzamiento radiativo con el fin de reducir los efectos potenciales del calentamiento global. En general, la mitigación supone la reducción de las concentraciones de gases de efecto invernadero, ya sea mediante la reducción de sus fuentes o aumentando la capacidad de los sumideros de carbono para absorber los GEI de la atmósfera.
Existe un gran potencial para reducciones futuras de las emisiones mediante una combinación de actividades, tales como la conservación de energía y el aumento de la eficiencia energética; el uso de tecnologías de energía baja en carbono, como las energías renovables, la energía nuclear y la captura y almacenamiento de carbono; y la mejora de los sumideros de carbono a través de, por ejemplo, la reforestación y la prevención de la deforestación. Un informe de 2015 por Citibank concluyó que la transición a una economía baja en carbono produciría un rendimiento positivo a las inversiones.
Las tendencias a corto y largo plazo en el sistema energético global no son compatibles con la limitación del calentamiento global bajo 1,5 o 2 °C (en relación a niveles preindustriales). Los compromisos realizados como parte del acuerdo de Cancún son ampliamente concordantes con una posibilidad probable (66-100 %) de limitarlo bajo 3 °C en el siglo XXI. Al limitar el calentamiento a 2 °C, las reducciones de emisiones más estrictas en el corto plazo permitirán reducciones más lentas después de 2030. Muchos modelos integrales son incapaces de lograr el objetivo de 2 °C si se realizan suposiciones pesimistas sobre la disponibilidad de tecnologías mitigantes.
La mitigación se distingue de la adaptación, que implica actuar para minimizar los efectos del calentamiento global.
Medios de mitigación
El consenso científico sobre el calentamiento global, junto con el principio de prevención y el temor de un abrupto cambio climático, conducen a nuevos esfuerzos para desarrollar tecnologías y ciencias con el fin de mitigar los efectos del calentamiento global. Desafortunadamente, la mayoría de los medios de mitigación parecen efectivos para prevenir calentamiento adicional, no para revertir el calentamiento existente.
El informe Stern Rebenson muestra diferentes maneras de contener el cambio climático. Estas incluyen: reducir la demanda de bienes y servicios que producen altas emisiones, incrementar la eficiencia, incrementar el uso y desarrollo de tecnologías de bajo nivel de dióxido de carbono y reducir las emisiones de combustible.
Para evitar una ruptura en el objetivo de los 2 °C, los niveles de CO2 tendrían que ser estabilizados muy rápidamente. Esto por lo general es poco probable, basado en las políticas corrientes hasta ahora. La importancia del cambio se muestra por el hecho de que la eficiencia de la energía económica mundial actualmente está mejorando a sólo la mitad de la tasa del crecimiento económico mundial.
El núcleo de varias proposiciones es la reducción de emisión de gases de invernadero a través de la reducción del uso de energía y el cambio a métodos más limpios de emisión de energía. Frecuentemente se discuten métodos para la conservación de energía que incluyen el incremento de la eficiencia energética de los vehículos (vehículos híbridos, vehículos eléctricos), cambios en los estilos de vida y en las prácticas de negocios. Se dispone actualmente de tecnologías alternativas que incluyen energías renovables (como paneles solares, energía mareomotriz, energía geotérmica y energía eólica) y, con más controversia, la energía nuclear y el uso de sumideros de carbono, otorgación de créditos para emisiones de carbono y fijación de impuestos a las emisiones de gases de invernadero.
Las propuestas más radicales incluyen la biocaptura de dióxido de carbono en la atmósfera y técnicas de geoingeniería, proyectos de secuestro de carbono como la captura de dióxido de carbono en el aire, hasta manejo de radiación solar como la creación de aerosoles sulfúricos en la estratosfera. La creciente población global y el crecimiento del producto interno bruto basado en tecnologías corrientes son contraproducentes para la mayoría de estas propuestas.
Adaptación
La adaptación al calentamiento global es la respuesta al problema, que busca reducir la vulnerabilidad de los sistemas sociales y biológicos a los efectos del cambio climático. Esta puede ser planificada, ya sea en reacción o anticipación al cambio climático, o espontánea, es decir, sin intervención del gobierno.
En su glosario, la Convención Marco de Naciones Unidas (CMNUCC), define la adaptación como un ajuste de los sistemas naturales o humanos en respuesta a estímulos climáticos reales o esperados o sus efectos, que modera el daño o aprovecha oportunidades beneficiosas.
La adaptación planificada ya se está produciendo de forma limitada, aunque las barreras, límites y costos de la adaptación futura no se pueden prever completamente.
Un concepto relacionado con la adaptación es la “capacidad de adaptación”, que es la habilidad de un sistema (humano, natural o gestionado) para ajustarse al cambio climático (incluidos la variabilidad y extremos climáticos), moderar los daños potenciales, aprovechar las oportunidades o hacer frente a las consecuencias.
La adaptación al cambio climático es especialmente importante en los países en desarrollo ya que se prevé que son los más afectados por los efectos del cambio climático. También porque la capacidad de adaptación se distribuye de manera desigual en las diferentes regiones y poblaciones, dado que está estrechamente relacionada con el desarrollo social y económico.
Los costos económicos de la adaptación al cambio climático probablemente serán de miles de millones de dólares anuales durante las próximas décadas, aunque se desconoce la cantidad real de dinero que se necesita. Durante la COP16 se creó el Fondo Verde para el Clima para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse al cambio climático. Los países donantes prometieron una contribución anual de $ 100 millones en 2020, aunque los compromisos concretos de los países desarrollados no han sido inminentes.
El desafío de la adaptación crece con la magnitud y la velocidad del cambio climático. Un límite fisiológico teórico para la adaptación es que los seres humanos no pueden sobrevivir a temperaturas medias de más de 35 °C (95 °F).
Otra respuesta política al cambio climático, conocida como la mitigación del cambio climático –concepto al que ya nos hemos referido en párrafos anteriores–, es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la eliminación de estos gases de la atmósfera (a través de los sumideros de carbono). Sin embargo, incluso las reducciones más eficaces en las emisiones no evitan más impactos del cambio climático, por lo que la necesidad de adaptación es inevitable. Si las emisiones se estabilizan relativamente pronto, el cambio climático y sus efectos de todos modos durarán muchos años, y la adaptación será igualmente necesaria. Para los sistemas humanos, los costos económicos y sociales del cambio climático no mitigado serían muy elevados. Si el calentamiento global no se mitiga a largo plazo probablemente excederá la capacidad de adaptación de los sistemas humanos, naturales y gestionados.
Efectos del cambio climático
Los efectos proyectados del cambio climático para el medio ambiente y para la vida humana son numerosos y variados. El principal efecto es un aumento de la temperatura media mundial, que podría aumentar en un 3 a 10 grados Fahrenheit antes de fin de siglo si las emisiones de carbono no se reducen. Esto provoca una serie de efectos secundarios, es decir:
Aumento de temperatura y precipitaciones
El clima se vuelve variable
Ocurrirán frecuentemente tempestades tropicales y los fenómenos meteorológicos extremos
Los océanos aumentarán su nivel de agua, por lo que quizás en algún tiempo desaparecerán ciertos países o estados
Existirán lugares áridos donde actualmente existe vegetación y se modificarán los patrones de la agricultura
Se extinguirán diferentes especies de animales
Disminuirán las aguas dulces por saladas, a causa de lluvias ácidas
El aumento de las temperaturas puede provocar que muten las plagas y la propagación de enfermedades tropicales, de tipo viral y el cáncer en la piel.
Un resumen de los efectos probables y comprensión reciente se puede encontrar en el informe realizado por el Cuarto Informe de Evaluación del IPCC por el Grupo de Trabajo II, donde se detallan los impactos del calentamiento global.
Por lo anterior el calentamiento global y su secuela inminente, el cambio climático, amenazan a la humanidad en su conjunto, pero sus primeros efectos serán más letales para las comunidades pobres y los países en desarrollo.
Habrá más muertes, enfermedades, hambrunas, sequías, incendios, inundaciones y tornados. Se acelerará la extinción de especies y el deshielo de los glaciares. También será causal del inicio de nuevas guerras, de modificar fronteras y de desencadenar migraciones masivas.
¿Mitigación o adaptación?
Con el Acuerdo de París, se buscó dar mayor igualdad a la adaptación en comparación con la mitigación, ambas fundamentales en la acción climática. De hecho, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) define a la acción climática como el intensificar los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los impactos inducidos por el clima. Es decir, cómo nos adaptamos, por ejemplo, a sequías o precipitaciones más intensas y frecuentes, o al aumento del nivel del mar.
La acción climática entonces incluye ambas partes como una: mitigación y adaptación, adaptación y mitigación.
Sin embargo, implementar las políticas anunciadas requiere dinero, por lo cual la adaptación también viene relegada frente a la mitigación. De hecho, en la Cumbre de Adaptación Climática celebrada virtualmente en 2021, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, urgió mayor avance en materia de adaptación y resiliencia: "Necesitamos los billones de dólares de los contribuyentes que están financiado la recuperación de la pandemia del COVID-19 para impulsar el futuro con bajas emisiones de carbono y alta resiliencia".
El secretario enumeró cinco prioridades para garantizar la adaptación:
que los países donantes y los bancos de desarrollo multilaterales, regionales y nacionales aumenten significativamente el volumen y la previsibilidad de su financiación para la adaptación y la resiliencia,
que todas las asignaciones presupuestarias y las decisiones de inversión sean resilientes al clima,
ampliar significativamente los instrumentos financieros existentes desencadenados por catástrofes,
facilitar el acceso a la financiación, especialmente para los más vulnerables, y ampliar las iniciativas de alivio de la deuda,
apoyar las iniciativas regionales de adaptación y resiliencia, por ejemplo en islas del Caribe o del Pacífico.
El Informe sobre la Brecha de Adaptación del Programa de las Naciones Unidas para el MedioAmbiente (PNUMA) publicado en 2020 destaca que los países han avanzado en acciones de planificación para adaptarse al cambio climático, pero subraya que aún hay enormes brechas de financiamiento para los países en desarrollo. Y a ello se añade otra brecha: la de llevar los proyectos a la etapa en la que brindan una protección real contra los efectos del cambio climático.
Según el reporte, los proyectos de adaptación que se vienen trabajando en América Latina y el Caribe están relacionados en su mayoría con precipitaciones intensas y sequías.
Pilar Bueno, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y profesora en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), explicó en un reportaje que desde el Acuerdo de París, dos tercios del mundo, y particularmente de los países en desarrollo, ya cuentan con algún tipo de estrategia, plan o acción en materia de adaptación y que las alianzas globales han crecido notablemente. Aunque también destacó que el financiamiento de adaptación venía mejorando en términos de proyectos y mayor monto, pero que con la pandemia en el 2020 la inversión se redujo.
Según Bueno, el financiamiento es uno de los principales desafíos de la adaptación, pero el problema es que históricamente la brecha de financiamiento entre mitigación y adaptación se ha hecho más significativa. La investigadora afirma que “en 2020 se hablaba de una brecha que había pasado de 30.000 millones de dólares a 300.000 millones de dólares. Necesitamos trabajar mucho más en que el dinero duro de cambio climático no se vaya exclusivamente a mitigación y que ese 50/50 que venimos negociando hace 20 años se pueda alcanzar”.
Restauración ecológica
Según la Sociedad Internacional para la Restauración Ecológica, la restauración ecológica consiste en “asistir a la recuperación de ecosistemas que han sido degradados, dañados o destruidos”. Su objetivo es la conservación y reposición del capital natural, así como la restitución de los servicios ecosistémicos para su disfrute y aprovechamiento por parte de la sociedad.
La restauración ecológica se distingue de otras prácticas que persiguen objetivos afines en que sus actuaciones se orientan hacia un referente histórico, inciden sobre procesos ecosistémicos que regulan flujos de recursos limitantes, y se implementan de acuerdo con modelos de gestión adaptativa. Para que la restauración ecológica sea realmente ecológica debe realizarse desde una aproximación holística, que contemple conocimientos ecológicos científicamente contrastados, criterios socioeconómicos, el contexto cultural en el que se realiza la intervención, e incluso la emoción y la sensibilidad de cada uno de los pobladores y usuarios de los ecosistemas o paisajes a restaurar.
Breve historia
La visión sistémica de la restauración ecológica es una de sus señas de identidad, adquirida en los albores de la ecología que nace como ciencia a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Aldo Leopold, máximo responsable del Servicio Forestal de los Estados Unidos, fue uno de sus pioneros cuando en 1949 se alejó de la tradición forestal y sugirió nuevas formas de intervenir en el medio discriminando entre “plantar árboles y cultivarlos como si fueran repollos”, frente a “tratar la tierra como un conjunto de partes interdependientes que interaccionan entre sí”.
Como ciencia, la ecología de la restauración emerge en sinergia con la biología de la conservación y la ecología del paisaje. El hito que marca el encuentro entre ecólogos interesados en el estudio de la recuperación de espacios degradados y técnicos de la restauración ecológica es la creación de la Sociedad para la Restauración Ecológica en 1978. Desde entonces, y especialmente desde el comienzo del siglo XXI, la restauración ecológica no sólo se ha enriquecido, sino que incluso se ha redefinido al incorporar conocimientos históricos, culturales, sociológicos, y económicos, adquiriendo una visión holística del tratamiento de los espacios degradados. En la actualidad, la restauración ecológica es una actividad profesional consolidada que se presenta a la sociedad como una de las principales herramientas para articular de manera sostenible y satisfactoria el hábitat y la actividad de los seres humanos.
Método
La práctica de la restauración ecológica consiste en inducir una mínima perturbación (o secuencia de perturbaciones) en el espacio degradado con el fin de desencadenar un proceso espontáneo de reconfiguración del sistema en la dirección deseada. No existen recetas extrapolables. Es decir, lo que resulta exitoso en un enclave puede ser un clamoroso fracaso en otro lugar de características aparentemente semejantes. Es por ello que cada proyecto de restauración ecológica se inicia con un diagnóstico ecológico específico e individualizado. No existen, tampoco, técnicas específicas de restauración ecológica, y así la solución propuesta puede ir desde la reconfiguración del relieve hasta simplemente el esparcimiento de piedras, desde la plantación de ejemplares de especies arbóreas hasta la tala y destoconado de árboles adultos, desde la siembra a voleo al restablecimiento de las redes de aves dispersoras de frutos y semillas. Las conclusiones de cada diagnóstico permiten la aplicación de técnicas conocidas o el desarrollo de otras nuevas. En definitiva, el método de la restauración ecológica consiste en gestionar el margen de incertidumbre asociada al manejo de sistemas complejos y dinámicos apoyándose en tres principios fundamentales:
el papel del pasado como motor de cambios presentes y futuros,
el funcionamiento de los ecosistemas y paisajes a través de las escalas espaciotemporales, y
nuestra capacidad como humanos de aprender de la respuesta de los sistemas complejos a manipulaciones experimentales.
De esos principios derivan las tres prácticas que conforman el ejercicio de la restauración ecológica:
la selección o construcción del referente histórico,
el desbloqueo de procesos ecológicos, y
la implementación del proyecto siguiendo un modelo de gestión adaptativa.
Referente histórico
El objetivo de la restauración ecológica no es volver al pasado. No es recuperar la situación original. Sencillamente porque volver al pasado es termodinámicamente imposible y toda degradación ambiental severa conlleva una pérdida neta irreversible. Sin embargo, lo sucedido en el pasado permanece, al menos parcialmente, codificado y almacenado en la estructura y funcionamiento de los ecosistemas y de los paisajes. Esa fracción de información remanente recibe el nombre de “memoria ecológica”. Parte de esta memoria puede persistir de forma latente, y expresarse o activarse en un futuro, y parte perdura en los procesos activos que se originaron en el pasado y se proyectan hacia el futuro.
La memoria ecológica se almacena en el clima, en el relieve, en el suelo, y en las comunidades de organismos, incluyendo a los seres humanos. Esta memoria es el componente histórico de la resiliencia de los ecosistemas. Desde esta perspectiva, la degradación supone una pérdida local de memoria y el objetivo de la restauración ecológica sería recuperar e inducir la expresión de esa memoria ecológica perdida con el fin de ofrecer soluciones coherentes y fundamentadas a problemas y demandas actuales. En la práctica, el restaurador ordena y reconstruye con los vestigios de memoria ecológica la secuencia de configuraciones que ha experimentado el espacio degradado a lo largo de su historia. Esa secuencia constituye lo que se conoce como “trayectoria ecológica” de los ecosistemas afectados. El restaurador debe, entonces, contrastar la trayectoria ecológica con la demanda social actual de los habitantes y agentes sociales relacionados con el espacio a restaurar. Finalmente, de este contraste debe obtener la configuración diana, denominada “referente histórico”, cuyo interés radica en servir como guía para orientar el diseño y ejecución de las soluciones técnicas desde la fase de redacción hasta la de seguimiento del proyecto de restauración.
Procesos ecológicos críticos
Los espacios severamente degradados no se recuperan espontáneamente. El restaurador ecológico interviene en estos medios desbloqueando procesos ecológicos críticos con la intención de que el sistema, tras la actuación, evolucione espontáneamente en la dirección deseada. Así, la estrategia del restaurador no es imponer una solución acabada, sino que se desarrolla siempre bajo la máxima: “deja que el sistema haga su trabajo”. Máxima enunciada inicialmente en el contexto de la restauración ecológica de riberas como “deja que el río haga su trabajo”. En este contexto, se entiende como proceso ecológico cualquier cambio –o conjunto de cambios– que tiene lugar en el seno del ecosistema.
Estos cambios interaccionan con la estructura ecosistémica, es decir, con los elementos que forman la arquitectura actual del ecosistema, para generar las funciones de los ecosistemas. Los cambios que afectan a moléculas, están anidados en los que afectan a células, y estos a su vez en los cambios que afectan a tejidos, y así sucesivamente en órganos, individuos, comunidades, ecosistemas, paisajes, regiones, etc. De manera general, estos procesos, o conjuntos anidados de cambios, pueden agruparse en cuatro bloques: erosión y estabilidad del suelo, flujos y reparto del agua, retención y reciclado de nutrientes, y captura y transferencia de energía. Pero a efectos de diagnóstico ecológico resulta mucho más explícito agrupar los procesos en función de su papel en el ecosistema: flujos desencadenantes, de transferencia, de reserva, pulsos, pérdidas y ganancias. Este modelo facilita la ‘lectura’ del paisaje y la visualización de las causas de la degradación del espacio a restaurar.
Por ejemplo, la acumulación de hojarasca juega un papel importante en un proceso de restauración. Cantidades más altas de hojarasca mantienen niveles de humedad más altos, un factor clave para el establecimiento de plantas. El proceso de acumulación depende de factores como el viento y la composición de especies del bosque. La hojarasca que se encuentra en los bosques primarios es más abundante, más profunda y contiene más humedad que en los bosques secundarios. A su vez, el nivel de acumulación de hojarasca es un factor que influye en el tipo de fauna presente en el suelo. Es importante tener en cuenta estas consideraciones técnicas al planificar un proyecto de restauración.
En la visión de la restauración ecológica, la idea de que desbloqueando un proceso ecológico crítico se dispara una secuencia de cambios espontáneos, se apoya en la concepción de los procesos ecológicos como parte de un sistema integrado y jerárquico, en el que los niveles que ocupan una mayor extensión espacial son también los que se reconfiguran más lentamente. Es por ello que las posibilidades de que un proyecto concreto de restauración genere un sistema más resiliente son mayores cuando se interviene sobre procesos que vinculan funciones ecosistémicas a través de diferentes escalas espaciotemporales. Por este motivo, se recomienda que antes de diseñar la intervención a escala local, se analicen y contemplen los procesos ecológicos críticos siguiendo una aproximación tipo zoom desde las escalas más gruesas hacia las más finas o detalle.
Finalmente, es esencial comprender que la restauración ecológica de un espacio degradado concreto no dispara una secuencia lineal, en la que se suceden las etapas de una forma direccional, única y por tanto predecible. El papel del restaurador no se limita a acelerar o catalizar una secuencia predefinida, sino que en su mano está el orientar la evolución del sistema hacia una configuración o estado seleccionado entre los varios posibles en el contexto de la metaestabilidad ecológica.
Gestión adaptativa
Los proyectos de restauración ecológica se vertebran desde la perspectiva de la gestión adaptativa para afrontar el reto de trabajar con sistemas complejos, cuyos grados de libertad superan nuestra capacidad para predecir con precisión su comportamiento. La gestión adaptativa es un proceso iterativo, de toma de decisiones, orientado a gestionar la incertidumbre asociada a la evolución temporal del espacio restaurado. Desde esta visión, el proyecto no se articula en función de entregables o de certificaciones de tareas ejecutadas, sino en fases, cada una de las cuales culmina con un punto de toma de decisiones acerca de cómo debe afrontarse la siguiente fase descrita en proyecto. La toma de decisiones se fundamenta en la medida de indicadores específicos que informan sobre el funcionamiento del espacio a restaurar. Utilizando un símil médico, se trata de evaluar cómo evoluciona la "salud" del sistema mediante pruebas específicas, como la evolución de la emisión de sedimentos, del contenido en materia orgánica del suelo o de la composición de las comunidades vegetales, entre otras muchas posibilidades a seleccionar para cada caso. Esta toma de decisiones al finalizar cada fase se apoya en el proyecto de restauración ecológica que debe anticipar las posibles respuestas, modelos o escenarios que describen la evolución esperada del sistema. Es evidente que, según la magnitud de los objetivos planteados y el grado de exigencia del cliente, puede afrontarse la incertidumbre con distintos grados de ambición dentro del esquema de gestión adaptativa. El reto consiste en encontrar el balance entre adquirir nuevo conocimiento y acortar el tiempo de ejecución. Este compromiso entre calidad y plazos genera un rango de aproximaciones que abarca desde la gestión adaptativa pasiva basada en un único modelo, hasta la gestión adaptativa activa basada en una aproximación experimental:
Gestión adaptativa pasiva. De forma general, la gestión pasiva, es la más económica y la que puede ejecutarse en un menor tiempo. Sin embargo, es la que encierra un mayor riesgo en cuanto al éxito en la consecución de objetivos y en cuanto a imprevistos posteriores a la fecha de entrega de la obra acabada. En el caso de la gestión pasiva, la caracterización del funcionamiento del sistema no es un objetivo del proyecto. En este esquema, se pretende restituir el capital natural o los servicios ecosistémicos, registrando durante el seguimiento las incidencias inesperadas, e integrándolas durante la ejecución del proyecto de restauración como correcciones sobrevenidas que condicionan la toma de decisiones al concluir cada una de las fases. Se trata de una aproximación semejante a la conocida como “ensayo-error”, en la que las disconformidades se analizan y sus causas se integran en lo que se ha denominado un “ciclo de aprendizaje estratégico o continuo”. Únicamente, se diferencia del ensayo-error en que, el esquema adaptativo, ― tanto el pasivo como el activo―, se apoya en el contraste de las hipótesis que se recogen en el modelo de evolución del sistema restaurado, definido previamente en el proyecto de restauración. Otra diferencia es que lo aprendido se incorpora durante la ejecución del propio proyecto y no se reserva para proyectos futuros.
Gestión adaptativa activa. La gestión activa es la de mayor exigencia en cuanto a la gestión de la incertidumbre. Lo que caracteriza la aproximación activa es que el aprendizaje sobre le eficacia y eficiencia de las medidas de restauración es en sí mismo un objetivo explícito del proyecto. Esto tiene importantes consecuencias en la estructura y duración del proyecto:
o El proyecto incluye objetivos que se implementan en obra como diseños experimentales en los que se contrastan hipótesis, se obtienen datos sobre el funcionamiento del sistema, que se testan estadísticamente, se interpretan y discuten con el fin de alcanzar sólidas conclusiones sobre las que fundamentar las decisiones en cada fase.
o Más allá de la zonificación del área a restaurar en función de las distintas medidas para cada espacio singular, los proyectos que adoptan un esquema de gestión adaptativa activa definen dentro de una o varias de estas zonas un reducido número áreas experimentales. Cada una de estas áreas se denomina área o unidad de gestión adaptativa (AGA) y en su interior se establecen parcelas a modo de réplicas en las que se ensayan las intervenciones propuestas.
Es recomendable que el desarrollo del proyecto de restauración ecológica, estructurado siguiendo el esquema de la gestión adaptativa, incorpore desde un principio la participación de los agentes sociales afectados o interesados. Esta valiosa contribución puede conducir a la identificación de nuevas fuentes de incertidumbre, a la articulación y visualización de configuraciones alternativas del mosaico de ecosistemas, e incluso a una mejor definición de los objetivos del proyecto.
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